Hay una conspiración de silencio en el mundo de la sustentabilidad. No es malintencionada, pero existe. Todos hablan de por qué deberías medir tu impacto ESG, pero casi nadie te cuenta lo que realmente pasa cuando lo haces. Es como si hubiera un club secreto de los que ya midieron, y todos compartieran miradas cómplices que dicen «ya verás cuando empieces».

Después de años ayudando a empresas a adentrarse en la medición de impacto experimental en Terraetica, he acumulado suficientes secretos como para escribir un libro. O al menos un artículo largo que nadie leerá completo pero todos compartirán en LinkedIn diciendo «¡Excelente reflexión!»

Aquí van las verdades incómodas, sorprendentes y ocasionalmente perturbadoras que descubres cuando decides medir tu impacto de verdad, no solo para la foto del reporte anual.

Secreto #1: Tu empresa no es quien tú crees que es

Suena a crisis existencial corporativa, lo sé. Pero es real.

Una empresa de tecnología educativa nos contrató hace un año para hacer una medición experimental de su impacto social. Ellos se vendían como «democratizadores del conocimiento», «constructores de puentes educativos», toda la retórica inspiradora que esperarías. Su narrativa corporativa era impecable.

Empezamos a medir. Datos duros. Nada de storytelling bonito. Y descubrimos algo fascinante: su mayor impacto positivo no venía de su producto educativo estrella, sino de un programa secundario de capacitación técnica que casi nadie en la empresa consideraba importante. Un curso «menor» de habilidades digitales para adultos mayores que habían lanzado casi por accidente estaba generando un impacto de empleabilidad medible tres veces superior al de su plataforma principal.

El silencio en la sala de juntas fue filosóficamente profundo. Como cuando Descartes dudó de todo lo que creía saber, pero en versión corporate.

Aquí está el secreto que nadie te dice: cuando mides tu impacto con criterios ESG experimentales serios, frecuentemente descubres que la narrativa que has construido sobre tu empresa no coincide con la realidad de lo que estás logrando. Y eso puede ser aterrador o liberador, dependiendo de qué tan cómodo estés con la verdad.

Lo interesante es que esta empresa no entró en negación. Reorientaron su estrategia, potenciaron ese programa «secundario», y ahora es su línea de negocio de más rápido crecimiento y mayor impacto demostrable. Pero nada de eso habría pasado sin medir primero.

Secreto #2: Los datos te obligan a tomar decisiones que no querías tomar

Este es incómodo, así que vamos directo al grano.

Estábamos haciendo una evaluación de impacto ambiental experimental con una empresa de retail. Medimos todo: energía, agua, residuos, transporte, toda la cadena. Los números fueron claros y despiadados: su mayor huella ambiental venía de mantener abiertas tres tiendas en zonas geográficas específicas que, además, eran las menos rentables de su portafolio.

El CEO revisó los datos durante varios minutos en silencio. Luego dijo algo que me sorprendió: «Entonces, desde cualquier ángulo que lo veas, esas tiendas son un problema. Ya no es una decisión de negocios versus sustentabilidad. Es simplemente una mala decisión.»

Ahí está el secreto: cuando implementas mediciones ESG experimentales bien hechas, los datos empiezan a tomar decisiones por ti. O más precisamente, hacen tan obvias ciertas decisiones que retrasarlas se vuelve intelectualmente deshonesto.

Esto asusta a muchas empresas. Porque medir significa rendir cuentas. Significa que ya no puedes decir «no sabíamos» o «es complicado». Los números te miran fijamente y te dicen: «ahora sabes exactamente qué está pasando. ¿Y qué vas a hacer al respecto?»

Es como estudiar ética en filosofía: una vez que entiendes las implicaciones morales de tus acciones, ya no puedes pretender inocencia. Sócrates llamaba a esto «el conocimiento que transforma». Yo lo llamo «el momento en que el Excel te juzga».

Pero aquí está lo hermoso: esa presión también te da claridad. Las decisiones difíciles siguen siendo difíciles, pero al menos dejan de ser ambiguas.

Secreto #3: Tus empleados saben cosas que tus sistemas no saben

Este lo descubrí por accidente y se ha repetido en casi cada proyecto experimental de medición que hacemos.

Estábamos midiendo el impacto de género en una empresa manufacturera. Teníamos todos los datos oficiales: porcentajes de contratación, brechas salariales, políticas de inclusión. Todo pintaba un cuadro relativamente positivo.

Pero como parte del proceso experimental, decidimos hacer entrevistas cualitativas con empleadas de diferentes niveles. No solo encuestas, sino conversaciones profundas.

Lo que descubrimos no estaba en ningún indicador: había un patrón sistemático de asignación de proyectos donde las mujeres recibían consistentemente los trabajos con menor visibilidad y menor potencial de crecimiento. No por política oficial, sino por una cultura invisible que ningún KPI tradicional estaba capturando.

Ningún sistema de recursos humanos había detectado esto porque nadie lo estaba midiendo de esa manera. Pero las empleadas lo sabían. Lo vivían. Y cuando les preguntamos, nos lo dijeron con una claridad devastadora.

Aquí está el secreto: las mediciones experimentales de impacto ESG que solo se basan en datos cuantitativos administrativos están perdiendo la mitad de la historia. Tus empleados, proveedores, y comunidades tienen información sobre tu verdadero impacto que ningún software de gestión puede capturar.

Las mejores mediciones combinan datos duros con exploración cualitativa. Es como combinar empirismo con fenomenología, si me permiten el guiño filosófico. Los números te dicen qué está pasando, pero las personas te dicen por qué y cómo.

Implementar esto cambió completamente los procesos de esa empresa. Y todo porque se atrevieron a preguntar más allá de las métricas obvias.

Secreto #4: Medir te hace más humilde (o debería)

He trabajado con CEOs brillantes, Directores de Sustentabilidad visionarios, equipos técnicos espectaculares. Y hay algo que todos tienen en común después de su primera medición experimental seria de impacto: una dosis considerable de humildad.

Porque cuando mides de verdad, descubres que no estabas haciendo un trabajo tan bueno como pensabas. O que sí estabas haciendo un buen trabajo, pero en las cosas equivocadas. O que tus mejores intenciones no se traducían en resultados medibles.

Una empresa de servicios financieros estaba convencida de que su mayor aporte social era su programa de educación financiera para comunidades vulnerables. Habían invertido años y recursos considerables. Era su orgullo corporativo.

Medimos el impacto. Los resultados fueron… mediocres. No malos, pero tampoco transformadores. El programa no estaba generando cambios de comportamiento financiero sostenibles en los participantes. Era más teatro que transformación.

El Director de RSE estaba devastado. Había puesto su corazón en ese programa.

Pero entonces decidimos experimentar con otros enfoques de medición. Y descubrimos que su programa de microcréditos para emprendedores, que consideraban «solo otra línea de negocio», estaba generando un impacto social masivo y medible en movilidad económica.

El secreto aquí es doble: primero, medir puede destruir tus ilusiones sobre lo que estás logrando. Y segundo, también puede revelar que estás logrando cosas maravillosas que ni siquiera sabías.

La humildad viene de aceptar ambas realidades. De soltar el ego y dejar que los datos te enseñen. Como diría Sócrates: «Solo sé que no sé nada sobre mi verdadero impacto hasta que lo mido».

Secreto #5: La experimentación te da permiso para fallar (y eso es oro)

Aquí viene mi secreto favorito, el que hace que mis ojos de filósofo se iluminen como niño en juguetería.

Cuando llamas a tu medición «experimental», algo mágico sucede: la gente se relaja. Se abre. Se atreve.

Trabajamos con una empresa de consumo que quería medir su impacto en economía circular. En lugar de implementar el enfoque tradicional y conservador, propusimos un modelo experimental: probar tres metodologías diferentes de medición simultáneamente, incluyendo una que co-diseñamos con sus propios equipos de operaciones.

Una de las metodologías no funcionó. Simplemente no capturaba lo que necesitábamos. En un proyecto tradicional, eso habría sido un fracaso. En un contexto experimental, fue aprendizaje.

Pero las otras dos metodologías revelaron insights que nunca habríamos descubierto con enfoques convencionales. Descubrimos que el 34% de sus productos «diseñados para reciclaje» terminaban en vertederos no por falta de infraestructura, sino porque las instrucciones de separación eran incomprensibles para el consumidor promedio.

El secreto que nadie te dice es este: el enfoque experimental de medición ESG te da permiso para innovar, para probar, para equivocarte. Y esa libertad es lo que te permite descubrir insights que las metodologías estandarizadas nunca captarían.

Es la diferencia entre seguir el manual y escribir uno nuevo. Entre repetir lo que todos hacen y descubrir qué funciona específicamente para ti.

Y sí, es más arriesgado. Pero como me enseñaron en filosofía: el verdadero conocimiento nunca viene de repetir lo que ya sabemos. Viene de atreverse a preguntar de manera diferente.

Secreto #6: Los criterios ESG te conectan con tu propósito (el real, no el del póster)

Permítanme un momento de sinceridad brutal: la mayoría de las empresas tienen declaraciones de propósito que suenan hermosas pero que nadie entiende realmente. Están colgadas en la pared, impresas en bonitos posters, y completamente desconectadas de la operación diaria.

Hasta que empiezas a medir tu impacto ESG experimental.

Una empresa farmacéutica tenía un propósito corporativo que hablaba de «mejorar la calidad de vida de las personas». Genérico, inspirador, vacío. Podría aplicar a cualquier empresa desde una panadería hasta un fabricante de colchones.

Cuando empezamos a medir su impacto bajo criterios ESG experimentales, algo cambió. Tuvimos que definir operacionalmente qué significaba «mejorar calidad de vida». ¿Acceso a medicamentos? ¿Resultados de salud? ¿Reducción de síntomas? ¿Impacto económico en las familias?

El proceso de definir qué medir los obligó a tener conversaciones incómodas sobre qué realmente les importaba. No lo que sonaba bien en un discurso, sino lo que estaban dispuestos a rastrear, reportar y ser evaluados.

Al final, redefinieron su propósito de manera mucho más específica y medible. Y algo hermoso pasó: los empleados empezaron a entenderlo. A conectar con él. Porque ahora era tangible.

El secreto es que los criterios ESG, cuando se usan experimentalmente y no solo como compliance, funcionan como un espejo que refleja tu verdadero propósito. No el que escribiste en un retiro corporativo inspirador, sino el que vives día a día.

Y cuando alineas lo que mides con lo que realmente te importa, esa alineación es palpable. La gente la siente.

Secreto #7: Medir te hace competitivo de formas inesperadas

Aquí viene el argumento de negocios que hará feliz a tu CFO.

Una empresa de tecnología logística empezó a medir experimentalmente su impacto de carbono en la cadena de suministro. Era un ejercicio puramente ambiental, o eso pensaban.

Lo que descubrieron fue que las rutas más eficientes en carbono también eran las más eficientes en costos y tiempo. Que los proveedores con mejores prácticas ambientales tenían mejores índices de confiabilidad. Que reducir emisiones requería optimizar procesos que, una vez optimizados, mejoraban todo.

En seis meses, no solo habían reducido su huella de carbono en 23%, sino que habían mejorado sus tiempos de entrega en 12% y reducido costos operativos en 8%.

Pero aquí está la parte realmente interesante: cuando empezaron a comunicar estas capacidades a sus clientes corporativos, descubrieron que cada vez más empresas estaban priorizando proveedores con mediciones de impacto demostrables. No porque fueran «nice to have», sino porque esas empresas ahora tenían sus propios compromisos ESG que cumplir.

El secreto es que medir tu impacto ESG experimentalmente no solo te hace más sustentable. Te hace más relevante. Más competitivo. Más atractivo para clientes, talento, e inversionistas que cada vez más toman decisiones basadas en estos criterios.

Es como tener un superpoder que no sabías que necesitabas hasta que ves a tu competencia sin él.

Secreto #8: El proceso es más valioso que el resultado

Este es contraintuitivo y lo sé. Pero quédate conmigo.

Después de cientos de mediciones de impacto, he llegado a una conclusión filosófica: el reporte final, el número exacto de toneladas de CO2 o el porcentaje de diversidad, aunque importantes, no son lo más valioso.

Lo más valioso es lo que aprendes mientras mides. Las conversaciones incómodas que tienes. Las conexiones entre departamentos que se forman. Las preguntas que empiezas a hacerte.

Una empresa de manufactura de componentes electrónicos hizo una medición experimental de su impacto en biodiversidad. El proyecto tomó nueve meses. Al final, tenían un reporte sólido con hallazgos importantes.

Pero lo que realmente transformó a la empresa no fue el reporte. Fue que durante esos nueve meses, el equipo de operaciones empezó a hablar con el equipo ambiental. Que el Director de Compras empezó a hacer preguntas sobre el origen de las materias primas. Que la gente de logística empezó a pensar en rutas alternativas. Que surgió una cultura de cuestionamiento constructivo.

El reporte fue el output. Pero el proceso de medición fue el que cambió la mentalidad organizacional.

El secreto aquí es que la medición experimental de impacto, cuando se hace bien, no es un proyecto con inicio y fin. Es el inicio de una nueva forma de pensar sobre tu negocio. Es como cuando estudias filosofía: el título es bonito, pero lo que realmente te cambia es el proceso de aprender a pensar críticamente.

Por qué deberías empezar tu medición experimental ahora (en serio)

Mira, sé que este artículo ha sido largo. Si llegaste hasta aquí, te mereces un café. O una cerveza, dependiendo de qué hora sea.

Pero quiero dejarte con una reflexión final.

Hay dos tipos de empresas en este momento: las que ya están midiendo su impacto experimental ESG y descubriendo estos secretos, y las que todavía están debatiendo si deberían hacerlo.

Las primeras están aprendiendo, adaptándose, mejorando. Están descubriendo ineficiencias ocultas, impactos inesperados, oportunidades invisibles. Están construyendo ventajas competitivas basadas en conocimiento real de sí mismas.

Las segundas están perdiendo tiempo valioso.

No digo que sea fácil. No digo que no sea intimidante. Pero después de años viendo empresas transformarse a través de la medición, puedo decirte con certeza: lo más costoso no es empezar a medir. Lo más costoso es seguir operando a ciegas.

Cada día que pasas sin medir tu impacto real es un día en que podrías estar desperdiciando recursos, perdiendo oportunidades, o generando impactos negativos sin saberlo.

Y cada día que pasas midiendo es un día en que aprendes algo nuevo sobre tu empresa, tu industria, y tu verdadero potencial de impacto.

Como diría Heráclito: no puedes meterte dos veces en el mismo río. El mundo ESG está cambiando rapidísimo. Los criterios se refinan, las expectativas aumentan, la tecnología de medición mejora. Cada mes que esperas para empezar es un mes de aprendizaje que pierdes.

Así que este es mi consejo final, tomado directamente de años de experiencia en Terraetica ayudando a empresas a dar este paso: no esperes a tener todo perfecto para empezar a medir. No esperes a tener el presupuesto ideal, el sistema perfecto, o el momento correcto.

Empieza experimental. Empieza con lo que tienes. Empieza con curiosidad genuina sobre tu verdadero impacto.

Porque el secreto más grande de todos, el que nadie te dice pero todos los que miden eventualmente descubren, es este:

Medir tu impacto no es el final de tu viaje hacia la sustentabilidad. Es el principio.

Y los principios, como me enseñaron en filosofía, son donde las cosas realmente se ponen interesantes.

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Dr Roberto Carvallo Escobar

Director de Terraética

Roberto Carvallo estudió filosofía pensando que le ayudaría a entender la existencia humana. Terminó usando ese entrenamiento para ayudar a empresas a entender su existencia corporativa. Dirige Terraetica, donde convierte preguntas existenciales en indicadores medibles, y viceversa.