Si estás leyendo esto, probablemente alguien en tu empresa acaba de mencionar «doble materialidad» en una junta y todos asintieron como si supieran de qué hablaba, pero nadie en realidad tenía idea. O tal vez tu CFO te preguntó sobre las NIIF de sustentabilidad y entraste en pánico. O quizá un inversionista mencionó «adicionalidad» en bonos de carbono y fingiste entender mientras Google en tu mente gritaba «¿qué demonios es eso?» Respira. No estás solo.
El mundo de ESG y sustentabilidad ha entrado en lo que yo llamo «la fase de complejidad exponencial». En los últimos tres años, hemos pasado de «hagamos un reporte de sustentabilidad bonito» a un ecosistema técnico que combina finanzas, ciencia climática, contabilidad compleja, marcos regulatorios múltiples, y suficiente jerga para hacer llorar a un abogado corporativo. NIIF S1 y S2. Doble materialidad. Capital natural. Finanzas climáticas. Adicionalidad. Scope 3. Taxonomías. Los conceptos se multiplican más rápido de lo que puedes aprenderlos.
Y aquí está el problema: no puedes ignorarlos. Porque cada vez más, estos conceptos no son «nice to know», son «need to know». Reguladores, inversionistas, clientes, y empleados los están usando. Y si no los entiendes, estás quedando atrás. Después de años en Terraetica ayudando a empresas a navegar esta complejidad, he aprendido algo: no necesitas ser experto en todo. Pero sí necesitas entender el mapa del territorio. Necesitas saber qué es cada cosa, cómo se relacionan, y cuándo cada una importa para tu contexto.
Este es ese mapa. Con la menor cantidad de jerga posible y la máxima cantidad de claridad que puedo ofrecer.
Bienvenido a la guía de supervivencia para no ahogarte en el océano de complejidad ESG.
NIIF S1 y S2: cuando la contabilidad y la sustentabilidad tuvieron un hijo
Empecemos por lo que probablemente más te está aterrorizando ahora mismo: las NIIF de sustentabilidad. NIIF significa Normas Internacionales de Información Financiera. Son los estándares que dicen cómo reportar información financiera globalmente. Durante décadas, se enfocaron solo en lo financiero tradicional: activos, pasivos, ingresos, esos números que aman los contadores. Pero en 2023, el International Sustainability Standards Board (ISSB) lanzó algo nuevo: NIIF S1 y NIIF S2. Básicamente dijeron: «El mundo cambió. La sustentabilidad ahora es material financieramente. Necesitamos estándares para reportarla como reportamos lo financiero.»
NIIF S1 es sobre divulgaciones generales relacionadas con sustentabilidad. Te pregunta: ¿cuáles son tus riesgos y oportunidades relacionados con sustentabilidad? ¿Cómo afectan tu modelo de negocio? ¿Cómo los gobiernas? ¿Cómo los gestionas? NIIF S2 es específica sobre clima. Emisiones, riesgos climáticos físicos y de transición, oportunidades climáticas, cómo todo eso se traduce en impacto financiero.
¿Por qué importa esto? Porque las NIIF están respaldadas por reguladores. No son sugerencias bonitas. En múltiples jurisdicciones, están convirtiéndose en obligatorias. Europa las está adoptando. Otros mercados las están considerando. Traducción práctica: si pensabas que reportar sustentabilidad era voluntario o «soft», olvídalo. Se está convirtiendo en requerimiento regulatorio con el mismo peso que reportar tus estados financieros.
Una empresa me dijo: «Pero nosotros ya reportamos sustentabilidad.» «¿Con el rigor, verificación, y consecuencias legales de un reporte financiero?», pregunté. «Pues… no.» Exacto. Eso está cambiando. Las NIIF de sustentabilidad están elevando el estándar dramáticamente.
Doble materialidad: el concepto que cambió todo
Si hay un concepto que resume la evolución del pensamiento ESG, es la doble materialidad. Tradicionalmente, cuando hablábamos de materialidad en negocios, significaba: «¿Este tema impacta financieramente a mi empresa?» Si la respuesta era sí, era material. Si era no, podías ignorarlo. Esta es materialidad financiera: ¿cómo el mundo impacta mi negocio?
Pero Europa (específicamente la CSRD – Corporate Sustainability Reporting Directive) dijo: «Esperen, eso es solo la mitad de la ecuación. También necesitamos preguntar: ¿cómo tu negocio impacta al mundo?» Esto es materialidad de impacto: ¿cómo mi negocio impacta a la sociedad y el ambiente? Doble materialidad es evaluar ambas simultáneamente.
Ejemplo: Una empresa química. Materialidad financiera: «El cambio climático podría aumentar nuestros costos de energía y disrumpir nuestra cadena de suministro.» (El mundo impacta el negocio). Materialidad de impacto: «Nuestras emisiones contribuyen al cambio climático y nuestros químicos pueden contaminar agua.» (El negocio impacta al mundo). Ambas son materiales. Ambas importan. Ambas deben reportarse.
¿Por qué es revolucionario? Porque tradicionalmente, las empresas solo se preocupaban por lo que las afectaba a ellas. Doble materialidad dice: «Tu impacto en el mundo también es tu responsabilidad, incluso si no te afecta financieramente… todavía.» Una empresa de tecnología me dijo: «Nosotros no tenemos impacto ambiental significativo, somos digitales.» Análisis de doble materialidad reveló: Su infraestructura digital consumía electricidad equivalente a 4,200 hogares, su cadena de suministro de hardware tenía problemas serios de derechos humanos, y su producto estaba contribuyendo a polarización social. Tenían impactos masivos. Solo que nunca los habían evaluado porque no los afectaban financieramente de manera obvia. Doble materialidad los hizo visibles.
Medición de impacto: porque «hacer cosas buenas» ya no es suficiente
Aquí viene mi tema favorito (y sabes que lo es porque llevo años predicando sobre esto): medir impacto real. Durante décadas, la RSE fue performativa. «Donamos X pesos», «Plantamos Y árboles», «Capacitamos a Z personas.» Todos reportaban actividades, casi nadie reportaba impacto. Medición de impacto dice: «No me digas qué hiciste. Dime qué cambiaste.» No es «plantamos 1,000 árboles». Es «plantamos 1,000 árboles con 85% de supervivencia que capturan 45 toneladas de CO2 anualmente y proveen hábitat para especies nativas que aumentaron 34% en la zona.» La diferencia es causal, rigurosa, y honesta.
¿Por qué está explotando ahora? Porque inversionistas, reguladores, y stakeholders se cansaron de narrativas bonitas sin sustancia. Quieren evidencia. Y las metodologías para medir impacto (como las de IMP – Impact Management Project, o marcos como Theory of Change) están madurando. Pero aquí está el problema: medir impacto bien es difícil. Requiere definir qué cambio esperas generar, establecer líneas base, identificar indicadores de impacto (no de actividad), aislar tu contribución de otros factores, y medir longitudinalmente. La mayoría de las empresas no está equipada para esto. Entonces contratan consultores (como los de Terraetica, guiño guiño) o aprenden rápido. Porque el futuro del ESG no es reportar esfuerzos. Es demostrar resultados.
Adicionalidad: el concepto que está destrozando el mercado de bonos de carbono
Si alguna vez has considerado comprar bonos de carbono para «compensar» tus emisiones, necesitas entender adicionalidad. Porque es el concepto que está exponiendo cuántos bonos de carbono son, francamente, basura. Adicionalidad pregunta: «¿Esta reducción de emisiones habría pasado de todos modos sin tu intervención?» Si la respuesta es sí, el bono no es adicional. No estás compensando nada. Estás pagando por algo que habría sucedido igual.
Ejemplo real: Una empresa compró bonos de carbono de un proyecto de conservación de bosques en el Amazonas. Suena bien, ¿no? Investigación mostró: ese bosque estaba en una zona protegida donde la deforestación era ilegal de todos modos. La probabilidad de deforestación era casi cero. El proyecto no estaba previniendo nada. Cero adicionalidad. El bono era papel sin valor real. Ahora multiplica esto por millones de bonos de carbono. Estimaciones sugieren que 50-70% de los bonos en el mercado tienen adicionalidad cuestionable o nula.
¿Por qué importa? Porque si tu empresa dice «somos carbono neutral» comprando bonos sin adicionalidad, estás mintiendo. Quizá sin saberlo, pero mintiendo. El mercado está empezando a reaccionar. Estándares más rigurosos (como Core Carbon Principles) están emergiendo. Pero navegar esto requiere escepticismo saludable y due diligence seria. Mi regla: Si alguien te ofrece bonos de carbono muy baratos, probablemente son bonos de baja calidad con adicionalidad cuestionable. Los bonos buenos cuestan más porque representan reducciones reales. Como me enseñaron en filosofía cuando estudiábamos ética: las buenas intenciones sin buenos resultados son inútiles. En bonos de carbono, pagar por conservación sin adicionalidad es intención sin resultado.
Capital natural: valorando lo que siempre dimos por gratis
Este es conceptualmente hermoso y prácticamente complejo. Capital natural es el stock de recursos naturales (bosques, agua, suelo, biodiversidad, atmósfera) que proveen «servicios ecosistémicos» que sostienen la economía y la vida. Durante siglos, tratamos estos recursos como infinitos y gratis. Contaminamos agua sin costo. Emitimos carbono sin pagar. Destruimos biodiversidad sin consecuencia económica. Capital natural dice: «Estos recursos tienen valor económico. Y debemos contabilizarlos.»
Ejemplo: Un bosque provee captura de carbono, filtración de agua, prevención de erosión, regulación climática local, biodiversidad, y recreación. Esos servicios tienen valor económico medible. Si destruyes el bosque, estás destruyendo capital. Pero tradicionalmente, ese capital nunca apareció en ningún balance.
Marcos como Natural Capital Protocol y TNFD (Taskforce on Nature-related Financial Disclosures) están tratando de cambiar esto. Quieren que las empresas identifiquen su dependencia de capital natural, evalúen su impacto en capital natural, valoren económicamente ese capital, y reporten riesgos y oportunidades relacionados. ¿Por qué esto está explotando ahora? Porque estamos alcanzando límites planetarios. Agua se está volviendo escasa. Biodiversidad colapsa. Servicios ecosistémicos se degradan. Y eso tiene consecuencias económicas reales. Empresas que ignoraban capital natural están descubriendo que sus modelos de negocio dependen de recursos que están desapareciendo.
Pero valorar capital natural es ridículamente complejo. ¿Cómo pones precio a un ecosistema? ¿Cómo contabilizas biodiversidad? Es parte ciencia, parte economía, parte filosofía. Y sin embargo, necesitamos hacerlo. Porque lo que no se mide no se gestiona. Y lo que no se gestiona se pierde.
Finanzas climáticas: cuando el dinero finalmente entiende el clima
Finalmente llegamos a finanzas climáticas, el término paraguas que engloba todo el dinero moviéndose hacia (o alejándose de) temas relacionados con clima. Incluye inversión en renovables y tecnologías limpias, bonos verdes y bonos vinculados a sustentabilidad, fondos de adaptación climática, mecanismos de precio al carbono, seguros contra riesgos climáticos, desinversión de combustibles fósiles, y básicamente cualquier flujo financiero con dimensión climática.
¿Por qué esto está dominando conversaciones? Porque el dinero eventualmente sigue a la realidad. Y la realidad es: el cambio climático es el mayor riesgo sistémico para la economía global, la transición energética es la mayor oportunidad de inversión de este siglo, y activos atados a combustibles fósiles se están convirtiendo en stranded assets (activos varados sin valor). Entonces capital está reorientándose masivamente. BlackRock, el gestor de activos más grande del mundo, integró clima en todas sus decisiones de inversión. Bancos están dejando de financiar carbón. Seguros están dejando de cubrir proyectos de combustibles fósiles. Esto no es altruismo. Es pragmatismo. El riesgo climático es riesgo financiero.
Para empresas, esto significa que el acceso a capital depende cada vez más de performance climática, el costo de capital se afecta por riesgo climático, y hay oportunidades de financiamiento verde (más barato) si tienes proyectos limpios. Una empresa de manufactura me dijo: «No nos importa mucho el cambio climático.» «¿Les importa su línea de crédito?», pregunté. «Obviamente.» «Pues su banco acaba de anunciar que integrará riesgo climático en evaluación crediticia. Así que les debería importar.» Dos meses después, estaban desarrollando su estrategia climática. No por valores. Por finanzas.
Cómo no ahogarte: principios para navegar la complejidad
Aquí está la realidad brutal: esto va a complicarse más antes de simplificarse. Más regulaciones. Más frameworks. Más estándares. Más conceptos. Entonces, ¿cómo sobrevives sin volverte loco o necesitar un PhD en sustentabilidad?
Principio 1: No necesitas ser experto en todo, pero sí necesitas saber qué existe. No tienes que dominar NIIF S2 al nivel de un contador certificado. Pero sí necesitas saber que existe, qué regula, y cuándo se vuelve relevante para ti. Piensa en esto como geografía. No necesitas conocer cada calle de cada ciudad del mundo. Pero sí necesitas saber qué continentes y países existen para poder navegar.
Principio 2: Contrata expertise donde lo necesites. Algunos temas son suficientemente complejos que intentar DIY es perder tiempo y aumentar riesgo. Doble materialidad bien hecha requiere metodología. Medición de impacto rigurosa requiere diseño de investigación. Finanzas climáticas requieren expertise financiero especializado. Está bien no saber todo. No está bien fingir que sabes o improvisar en temas críticos.
Principio 3: Empieza por lo material para tu contexto. No todas las empresas necesitan profundizar en todo. Una empresa de servicios digitales probablemente no necesita expertise profundo en capital natural. Una empresa extractiva absolutamente sí. Haz tu análisis de materialidad primero. Identifica qué temas son críticos para ti. Entonces profundiza en esos. Mantén awareness general en el resto.
Principio 4: Los frameworks se están consolidando. Aunque parece que hay mil estándares diferentes, están convergiendo. NIIF S1/S2 están siendo adoptados globalmente. GRI sigue siendo relevante. TCFD se está integrando en otros. TNFD emerge como el estándar de naturaleza. No tienes que aprender 20 frameworks. Aprende los 3-5 que dominan tu industria y geografía.
Principio 5: La simplicidad en el otro lado de la complejidad. Al inicio, todo parece abrumadoramente complejo. Pero una vez que entiendes los conceptos fundamentales, empiezas a ver patrones. Doble materialidad, medición de impacto, capital natural, finanzas climáticas – todos se conectan. Es como aprender un idioma nuevo. Las primeras semanas son tortura. Pero eventualmente, empiezas a pensar en ese idioma. Persiste. La claridad llega.
Principio 6: Documenta todo desde ahora. No importa dónde estés en tu viaje de complejidad ESG, empieza a documentar todo ahora. Datos, decisiones, metodologías, aprendizajes. Porque los requerimientos de divulgación solo van a aumentar. Y es mucho más fácil tener información histórica que reconstruirla retroactivamente. Empresas que empezaron a medir hace 5 años tienen ventaja enorme sobre las que empiezan ahora.
Principio 7: Mantén la perspectiva. En medio de toda esta complejidad técnica, es fácil perder de vista por qué estamos haciendo esto. No es solo para cumplir regulaciones o satisfacer inversionistas. Es porque el sistema actual está destruyendo el planeta y generando desigualdad insostenible. Todos estos frameworks, estándares, y conceptos son intentos (imperfectos) de medir, gestionar, y eventualmente transformar ese sistema. Cuando te sientas abrumado por la jerga técnica, recuerda: esto importa. Es complejo porque lo que estamos tratando de cambiar es complejo.
La verdad incómoda final
Aquí está lo que nadie te dice abiertamente: la complejidad no es accidente. En parte, es evolución natural. A medida que entendemos mejor estos temas, necesitamos herramientas más sofisticadas. Pero también, en parte, es intencional. Reguladores quieren elevar barreras para greenwashing. Inversionistas quieren rigor comparable a información financiera. Expertos construyen frameworks complejos porque refleja la complejidad real. Y sí, también hay un elemento de: «Si esto es suficientemente técnico, solo empresas serias lo harán bien.» Es una forma de separar compromiso real de performance. Entonces la complejidad no va a desaparecer. Y eso es incómodo, pero probablemente necesario.
La buena noticia es: no estás solo. Miles de empresas están navegando exactamente lo mismo. Hay comunidades, consultores, herramientas, educación disponible. En Terraetica, la mitad de nuestro trabajo ahora es traducir esta complejidad para empresas. Hacer digestible lo indigerible. Navegar junto a ellas.
Porque al final, como me enseñaron estudiando filosofía de la ciencia: la complejidad no es obstáculo para el conocimiento. Es señal de que estamos preguntando las preguntas correctas. Y estas preguntas – ¿cómo impactamos el mundo? ¿cómo valoramos la naturaleza? ¿cómo financiamos la transición necesaria? – son las preguntas correctas. Solo que las respuestas requieren más que buenas intenciones. Requieren rigor técnico, marcos metodológicos, y sí, navegar una complejidad que a veces parece diseñada para volverte loco.
Pero puedes hacerlo. Un concepto a la vez. Un framework a la vez. Un paso a la vez. Y si alguna vez te sientes completamente perdido, recuerda: hasta los expertos están aprendiendo. Este territorio es nuevo para todos. La diferencia entre los que prosperan y los que se ahogan no es que los primeros no se confundan. Es que los primeros siguen nadando de todos modos. Así que sigue nadando.
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Dr Roberto Carvallo Escobar
Director de Terraética

