Aquí está lo que nadie te dice sobre los foros globales de sustentabilidad: son simultáneamente el lugar donde se están forjando las soluciones más importantes de nuestra era y un círculo de contradicciones, intereses encontrados, y debates que a veces parecen más discusiones de bar que discusiones técnicas sobre salvar el planeta.
Después de años asistiendo a estos eventos, navegando pasillos de convenciones, escuchando keynotes, participando en paneles, y sobre todo, prestando atención a las conversaciones que pasan en los pasillos donde realmente se dicen las cosas importantes, he desarrollado una perspectiva sobre qué se está discutiendo realmente en el mundo de la sustentabilidad. No la versión oficial de los comunicados de prensa. La versión con toda su complejidad, sus tensiones, y sus revelaciones incómodas.
Esto es lo que creo que están diciendo los foros de sustentabilidad en 2025. Y créeme, es mucho más interesante (y preocupante) de lo que aparece en los titulares.
El elefante en todas las salas: greenwashing está muriendo, pero su fantasma nos persigue
Si hay un tema que domina absolutamente todas las conversaciones en foros de sustentabilidad, es este: nadie confía en nadie. El greenwashing ha hecho tanto daño que ahora vivimos en una era de escepticismo radical. Y eso está cambiando todo.
En una conferencia en Nueva York, escuché a un ejecutivo de una gran firma de inversión decir algo brutal: «Asumimos que todo claim de sustentabilidad es mentira hasta que se demuestre lo contrario.» La sala quedó en silencio incómodo. Pero nadie lo contradijo. Porque todos saben que tiene razón. Según investigaciones recientes, nueve de cada diez expertos en servicios ambientales creen que el greenwashing sigue siendo prevalente a pesar de nuevas regulaciones. Cuatro de cada diez dicen que es «muy prevalente». Eso no es mejora. Es crisis de credibilidad sistémica.
Las regulaciones están respondiendo con agresividad. La Green Claims Directive de la UE, que entrará en vigor en 2028, ya está forzando cambios en cómo las empresas comunican. Las autoridades de competencia del Reino Unido están cazando activamente claims engañosos. En Estados Unidos, las demandas por greenwashing se han multiplicado. Delta Air Lines enfrentó acción legal por sus claims de carbono neutral basados en offsets cuestionables. Shell perdió casos en Países Bajos por marketing engañoso. La lista crece cada mes.
Pero aquí está lo fascinante: el miedo al greenwashing está creando un fenómeno nuevo llamado «greenhushing» – empresas que están haciendo cosas buenas pero no las comunican por miedo a ser acusadas de exagerar. En algunos sectores, más de la mitad de las empresas ahora hablan menos de sus objetivos climáticos que antes, no porque los hayan abandonado, sino porque el riesgo reputacional de hablar se siente mayor que el beneficio. Es como si el péndulo hubiera oscilado tan fuerte en la dirección opuesta que ahora tenemos empresas escondiendo su buen trabajo. Una locura perfecta que solo nuestra era podría producir.
Biodiversidad: el tema que finalmente está teniendo su momento
Durante años, el cambio climático dominó completamente las conversaciones de sustentabilidad. Biodiversidad era el primo olvidado que nadie invitaba a las fiestas importantes. Pero en 2025, eso cambió dramáticamente. Y puedo precisar exactamente cuándo pasó: cuando el World Economic Forum’s Global Risks Report colocó la pérdida de biodiversidad como el segundo mayor riesgo que enfrenta la humanidad en la próxima década. De repente, todos quieren hablar de naturaleza.
COP30 en Brasil, que se llevará a cabo en Belém, en el corazón del Amazonas, es emblemático de este cambio. Por primera vez, una COP climática tendrá la biodiversidad tan prominente como el clima. No es coincidencia que sea en el Amazonas. El mensaje es claro: no puedes resolver clima sin resolver naturaleza. Son dos caras de la misma crisis. En cada foro al que voy, escucho variaciones de la misma frase: «No hay net zero sin naturaleza positiva.» Es el nuevo mantra. Y tiene fundamento científico sólido: más de la mitad del GDP global depende moderadamente o altamente de activos naturales y sus servicios ecosistémicos.
La TNFD (Taskforce on Nature-related Financial Disclosures) está emergiendo como el equivalente de biodiversidad a lo que TCFD fue para clima. Bancos centrales ahora consideran la pérdida de biodiversidad como riesgo sistémico. Inversionistas están empezando a integrar riesgo de naturaleza en sus decisiones. Esto no es altruismo. Es pragmatismo financiero. Cuando el 85% de las empresas del S&P Global 1200 Index dependen significativamente de la naturaleza en sus operaciones directas, ignorar biodiversidad es ignorar riesgo material.
Pero aquí está la tensión que nadie resuelve completamente: la transición energética hacia renovables, que es esencial para clima, puede dañar biodiversidad si se hace mal. Minas de litio destruyen ecosistemas. Parques solares masivos desplazan hábitats. Parques eólicos afectan aves migratorias. Es el dilema definitivo: ¿cómo salvamos el clima sin sacrificar la naturaleza? Los foros están llenos de este debate, y las respuestas son complejas, contextuales, y frecuentemente insatisfactorias para quienes buscan soluciones simples.
La gran pelea: nature-based solutions vs soluciones tecnológicas
Si quieres ver sangre intelectual derramada en un foro de sustentabilidad, menciona nature-based solutions (NBS) y observa lo que pasa. Este es probablemente el debate más divisivo del momento. Y es fascinante porque ambos lados tienen puntos válidos.
El lado pro-NBS argumenta: la naturaleza ha estado capturando carbono, regulando agua, y manteniendo ecosistemas por millones de años. Es probado, escalable, y genera co-beneficios masivos. Restaurar bosques, proteger humedales, regenerar suelos – estas son soluciones que funcionan. Y los números respaldan esto: las soluciones basadas en naturaleza pueden proveer hasta un 37% de la mitigación de CO2 necesaria para mantener el calentamiento debajo de 2°C.
El lado escéptico responde: sí, pero NBS están siendo usadas como excusa para no reducir emisiones. Empresas plantan árboles mientras siguen quemando combustibles fósiles. Los bonos de carbono de muchos proyectos NBS tienen adicionalidad cuestionable. La permanencia no está garantizada – los bosques pueden quemarse, las políticas pueden cambiar. Y hay preocupaciones serias sobre derechos humanos cuando proyectos de conservación desplazan comunidades indígenas o locales.
La controversia es tan intensa que algunos pueblos indígenas, comunidades locales, y organizaciones de base han rechazado completamente el término «nature-based solutions», argumentando que se ha convertido en vehículo para greenwashing y violaciones de derechos. Es un debate que mezcla ciencia, política, justicia social, y economía de manera que hace difícil cualquier posición simplista.
Mi observación después de escuchar este debate en múltiples foros: ambos lados están parcialmente correctos. NBS bien hechas, con integridad, respeto por comunidades, y adicionalidad real son parte esencial de la solución. NBS mal hechas, como excusa para inacción en reducción de emisiones, son parte del problema. El desafío es que distinguir entre ambas requiere rigor que la mayoría de las empresas no está aplicando.
Net zero fatigue: cuando las promesas se vuelven sospechosas
Aquí viene algo que escucho en conversaciones de pasillo pero rara vez en el escenario principal: la gente está cansada de compromisos net zero. No porque no importen, sino porque se han vuelto tan comunes y tan frecuentemente vacíos que han perdido significado.
Todos tienen un compromiso net zero ahora. Gobiernos, empresas, ciudades, universidades. Todos prometen net zero para 2050, o 2040, o 2030. El problema es que muchos de esos compromisos son, como diría un regulador con quien hablé en Londres, «aspiracionales al punto de ser ficticios.» No hay planes creíbles detrás. No hay inversión real. Solo números en PowerPoint.
El Net Zero Banking Alliance, que alguna vez fue celebrado como ejemplo de compromiso financiero con clima, está viéndose desmoronarse con bancos saliendo silenciosamente. ¿Por qué? Parte es presión política (especialmente en Estados Unidos donde más de 100 proyectos de ley en legislaturas estatales en 2025 intentan dificultar o penalizar políticas ESG). Parte es que los compromisos eran difíciles de cumplir sin frameworks claros. Y parte, honestamente, es que algunos nunca fueron serios desde el principio.
Lo que emerge en los foros es un nuevo estándar: no basta con comprometerse a net zero. Necesitas mostrar tu plan de transición, tus inversiones reales, tu progreso medible año con año, y cómo manejarás las partes difíciles (como Scope 3). El High-Level Expert Group de la ONU sobre compromisos net zero publicó criterios claros: objetivos para 2025, 2030, 2035; eliminación de desarrollo de nuevos combustibles fósiles; transición justa; transparencia total. Estos estándares están siendo cada vez más adoptados como la línea base de credibilidad.
Un ejecutivo me dijo en un panel sobre net zero: «Los compromisos que hicimos hace cinco años con facilidad ahora nos están persiguiendo con complejidad.» Es la frase que mejor captura el momento: las promesas fáciles del pasado se han convertido en las obligaciones difíciles del presente.
La adicionalidad: el concepto que está destrozando mercados de carbono
Si hay un término técnico que se ha vuelto central en foros de sustentabilidad, es «adicionalidad». Y está causando estragos en mercados de bonos de carbono. Permíteme explicar por qué esto importa tanto.
Adicionalidad pregunta: ¿esta reducción de emisiones o captura de carbono habría ocurrido de todos modos sin la intervención del proyecto? Si la respuesta es sí, entonces el bono de carbono no representa reducción adicional. Es pagar por algo que habría pasado gratis. Las estimaciones más conservadoras sugieren que 50-70% de los bonos de carbono en el mercado tienen adicionalidad cuestionable o nula. Eso es catastrófico para la integridad del mercado.
Los ejemplos son deprimentes: proyectos de conservación de bosques en zonas donde la deforestación era ya ilegal y poco probable. Proyectos de energía renovable que eran económicamente viables sin los ingresos de carbono. Proyectos que reportan líneas base infladas para exagerar reducciones. En foros, he escuchado a verificadores admitir que la presión para aprobar proyectos es enorme porque hay mucho dinero en juego. El periodismo investigativo ha expuesto casos tras casos de bonos sin valor real.
La reacción está siendo severa. Estándares como Core Carbon Principles están emergiendo para elevar la barra. Empresas que compraron bonos baratos están descubriendo que su «neutralidad de carbono» es ficción. Reguladores están empezando a tomar acción contra claims de carbono neutral basados en offsets dudosos. El mercado voluntario de carbono, que alguna vez parecía camino hacia financiar conservación a escala, está en crisis de confianza.
Lo interesante es que esto no significa que los bonos de carbono sean inútiles. Significa que necesitamos dramáticamente mejores estándares. En paneles sobre este tema, el consenso emergente es: los bonos de alta calidad, con adicionalidad clara, monitoreo riguroso, y permanencia garantizada valen su costo premium. Los bonos baratos sin esas características son basura que deberíamos dejar de comerciar.
NIIF S1 y S2: cuando la sustentabilidad se vuelve tan seria como las finanzas
Aquí está algo que está creando pánico en salas de juntas: las NIIF de sustentabilidad (S1 y S2) están convirtiendo el reporting de sustentabilidad en algo con el mismo nivel de rigor, verificación, y consecuencias legales que el reporting financiero. Y las empresas no están preparadas.
En múltiples conferencias, he visto presentaciones sobre NIIF S1/S2 que dejan a los asistentes en estado de shock silencioso. Estas normas, emitidas por el International Sustainability Standards Board (ISSB), están siendo adoptadas rápidamente en múltiples jurisdicciones. Europa las está integrando. Otros mercados las están considerando. Y lo que significan es que reportar tu huella de carbono con la misma ligereza con la que reportabas antes se acabó.
NIIF S1 requiere divulgación de todos tus riesgos y oportunidades relacionados con sustentabilidad que sean materiales para tu negocio. NIIF S2 específicamente sobre clima requiere divulgación de emisiones (incluyendo Scope 3, ese monstruo que la mayoría de las empresas apenas está empezando a entender), riesgos climáticos físicos y de transición, y cómo todo esto afecta tu estrategia y finanzas.
El punto es: esto no es opcional ni suave. Es regulatorio. Tendrá verificación externa. Tendrá consecuencias legales si mientes o exageras. Es el fin del greenwashing institucionalizado. Y para muchas empresas, es aterrador porque no tienen los sistemas, datos, o capacidades para cumplir con estos estándares todavía.
En conversaciones privadas con líderes de sustentabilidad, el tono es consistente: «Tenemos dos años para construir capacidades que deberíamos haber estado construyendo los últimos diez.» La urgencia es palpable. Y los consultores (incluyendo nosotros en Terraetica) estamos inundados de solicitudes de ayuda para prepararse.
Finanzas climáticas: donde finalmente el dinero entiende el riesgo
Si hay algo genuinamente transformador que está pasando en foros de sustentabilidad, es la maduración de las finanzas climáticas. El capital finalmente está tomando en serio que el riesgo climático es riesgo financiero. Y eso está cambiando todo.
BlackRock, el gestor de activos más grande del mundo, ha integrado consideraciones climáticas en todas sus decisiones de inversión. No por bondad. Por gestión de riesgo. Bancos están dejando de financiar carbón porque los activos están perdiendo valor. Aseguradoras están dejando de cubrir proyectos de combustibles fósiles porque el riesgo es inasegurable. Esta no es retórica. Es pragmatismo financiero operando a escala masiva.
En foros sobre finanzas sostenibles, los números son asombrosos. Se necesitan trillones de dólares anuales para la transición energética global. COP29 en Bakú acordó triplicar financiamiento para países en desarrollo. Bonos verdes están creciendo exponencialmente. Fondos de adaptación climática están emergiendo. Mecanismos de precio al carbono se están expandiendo. El dinero está moviéndose, finalmente, hacia donde la ciencia dice que debe ir.
Pero también hay tensión. Países en desarrollo argumentan justamente que necesitan mucho más financiamiento del que se está proporcionando. La meta de $100 mil millones anuales que países desarrollados prometieron fue difícil de alcanzar. Y las necesidades reales son órdenes de magnitud mayores. En paneles sobre justicia climática, la frustración es palpable. ¿Cómo se espera que países que históricamente han contribuido poco al problema pero sufren más los impactos financien su propia adaptación sin apoyo masivo?
Lo que está claro es que las finanzas climáticas ya no son nicho. Son mainstream. Y para empresas, eso significa que acceso y costo de capital cada vez más dependerán de su performance climática. Es incentivo poderoso para tomarse esto en serio.
El debate geopolítico: cuando la sustentabilidad choca con la realidad política
No puedes asistir a foros de sustentabilidad en 2025 sin chocar contra la realidad geopolítica incómoda. Y es esta: el panorama político para la sustentabilidad se ha vuelto dramáticamente más complicado. Las elecciones de 2024 en más de 60 países están remodelando el paisaje. En Estados Unidos, la administración Trump está desmantelando políticas climáticas. En Europa, movimientos políticos están cuestionando el Green Deal. En muchos países, energía, seguridad, y crecimiento económico están tomando precedencia sobre clima.
Esto está creando lo que algunos llaman «greenlash» – un backlash contra políticas de sustentabilidad. Agricultores protestando regulaciones ambientales. Comunidades rechazando proyectos de renovables. Políticos usando sustentabilidad como chivo expiatorio para problemas económicos. El impulso que parecía imparable hace unos años está encontrando resistencia seria.
En paneles, hay debate intenso sobre cómo navegar esto. Algunos argumentan por reframe: no hables de «clima», habla de «seguridad energética» o «competitividad económica.» Otros argumentan que ceder terreno en narrativa es error estratégico. La tensión es real y no tiene resoluciones fáciles.
Pero aquí está lo que también es cierto: el cambio climático no negocia con política. Los impactos físicos están acelerando sin importar qué digan los políticos. Los eventos extremos son más frecuentes. Las pérdidas económicas son masivas. Y para quienes trabajan con datos climáticos, la urgencia solo aumenta incluso mientras el panorama político se complica.
Como dijo un científico climático en un panel: «La física no hace concesiones a la conveniencia política.» Es brutalmente cierto. Y pone presión enorme en quienes están tratando de avanzar soluciones en este ambiente fragmentado.
Lo que realmente importa: más allá del ruido
Después de semanas viajando entre foros, conferencias, y paneles, vuelvo siempre a la misma reflexión: en medio del ruido, las contradicciones, las peleas sobre terminología, y las tensiones políticas, hay cosas que están pasando que son genuinamente transformadoras.
La ciencia es más clara que nunca sobre lo que necesitamos hacer. Las tecnologías renovables son más baratas que nunca. Los marcos de medición están madurando. La presión de inversionistas, reguladores, empleados, y consumidores es real. Empresas que se adelantaron están capturando ventajas. Países que invierten en transición están creando industrias nuevas.
Sí, hay greenwashing. Sí, hay promesas rotas. Sí, el progreso es más lento de lo que necesitamos. Pero también hay movimiento real. Y para quienes trabajamos en sustentabilidad, la elección no es entre perfección y rendición. Es entre participar en la transformación con todas sus imperfecciones o quedarse al margen viendo cómo otros la configuran.
Los foros de sustentabilidad, con toda su complejidad y contradicciones, son donde se está escribiendo el guión del próximo capítulo de la economía global. Y aunque a veces se sienten como caos organizado, prefiero el caos que busca soluciones al orden que ignora el problema.
Como me enseñaron estudiando a Heráclito: el cambio es la única constante. Y en estos foros, estamos viendo el cambio más grande desde la revolución industrial desplegarse en tiempo real. Con todos sus debates acalorados, sus falsos pasos, y sus avances genuinos.
¿Es perfecto? No. ¿Es suficientemente rápido? Definitivamente no. ¿Pero está pasando? Sí. Y eso, en un mundo donde podríamos simplemente habernos rendido a la inevitabilidad, es algo.
La próxima vez que veas un titular sobre un foro de sustentabilidad, recuerda: detrás de esa foto pulida de líderes sonriendo hay debates intensos, tensiones reales, y personas tratando de resolver problemas que definen nuestro siglo. Algunos con integridad, algunos con intereses mixtos, todos navegando complejidad que haría llorar a filósofos.
Pero están ahí.
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Dr Roberto Carvallo Escobar
Director de Terraética

