¿Cuántas veces te has preguntado si este negocio que llevas desarrollando los últimos dos años de tu vida realmente te deja dinero? ¿Dudas cada mes, al ver tus estados de cuenta, si vale la pena seguir con este proyecto que te está costando la vida con niveles inimaginables de estrés y ansiedad? ¿Tienes que hacer circo, maroma y teatro para demostrar lo buena idea que es invertir en tu negocio cuando vas al banco a pedir un crédito, a un fondo de inversión para pedir capital o bien a tu familia y amigos para que sigan creyendo en ti con un poco más de fondos para poder sacar el mes?
Si vives estas situaciones, eres uno de los tantos millones de emprendedores que están en búsqueda de saber si están dedicando su tiempo de manera correcta. Y una de las formas de hacerlo es conocer la rentabilidad del negocio. Es llamativo que un dato tan sencillo y mundano pueda ayudarte a saber si a esto a lo que te dedicas, vale la pena.
El problema de este concepto tan mundano es que tiene un sinfín de connotaciones. La confusión radica en que la rentabilidad se mide de varias formas: contable, económica y financiera. A ello, hay que sumar a la confusión los temas de costo de oportunidad, de retorno de inversión, de valor actual neto, de evaluación beneficio-costo y de otras tantas cosas más que para el usuario nivel-amateur pueden llegar a confundirte. Y no es que el emprendedor común no pueda conocer todos estos temas sino que cuando se habla de rentabilidad, realmente se necesita manejar un nivel FIFA-ALL-STAR para poder decir con total confianza: “Sí, mi negocio es muy rentable”.
Aquí te dejamos tres cosas que debes conocer de la rentabilidad de tu negocio que te pueden ayudar a tomar las siguientes decisiones en tu proyecto.
1. Rentabilidad no es lo mismo que Tasa Interna de Retorno, sin embargo cuando pensamos en Rentabilidad, pensamos en Tasa Interna de Retorno. Ya sé, muy confuso. El gran problema se centra en que para medir la rentabilidad se requiere ir mucho más allá de la diferencia interna entre ingresos y costos operativos, aunque podría parecerlo así. Si quieres conocer más del tema, la FAO y otras muchas entidades tienen información muy pero muy clara, pero si quieres la versión corta, sigue leyendo. Digamos que compro una manzana en 1 dólar a un productor mexicano, la empaco y exporto con un costo de otro dólar y la logro vender en 4 dólares a un principio Saudí. El sentido común nos diría entonces que nuestro negocio fue bastante rentable (200%). Y si bien esta es una medida de la rentabilidad del proyecto, no es esta la principal rentabilidad que buscan los inversionistas profesionales, ya que la rentabilidad de la que hablan no es en términos del proyecto sino de la inversión que realizarán. Si para cada manzana vendida, ellos tuvieron que invertir un dólar, la pregunta real es: cuánto ganarán por cada dólar invertido. Y la respuesta no radica solamente en la participación (acciones en la venta de manzanas) que tienen en el negocio sino también del precio del dinero que usaron para invertir. Y aquí es donde viene lo más interesante y al mismo tiempo evidente: entre menos dinero inviertan de su propio capital, y más de subsidios y créditos preferentes, mayor será su rentabilidad o más propiamente dicho, su tasa de retorno de inversión. Y no es que cada manzana sea más cara sino que su dólar será más barato para ellos, y por lo tanto, con mayor retorno.
“Si yo invierto un dólar de mi dinero y gano dos dólares, mi dólar se duplica pero si de ese dólar, el gobierno me dio 50 centavos, entonces yo ahora produciré un dólar y medio por cada 50 centavos míos. Si de los 50 centavos míos, el 90% provienen de un crédito, entonces seguiré generando 2 dólares por un aproximado de 5 centavos de dólar. Y de repente, estoy teniendo una tasa interna de retorno de mi inversión de 400 veces a 1 en vez de una 2 a 1.
Esto es lo que tienen en mente los inversionistas: ¿cuánto me va a regresar mi inversión en concreto y no en abstracto acorde a proyecciones de ventas posibles, etcétera? Por esta razón, la TIR es tan valiosa para proyectos de inversión. Esta es la que en muchos casos hará entrar en razón (o salir) a inversionistas profesionales, a la familia y a amigos.
2. Rentabilidad no es costo de oportunidad, pero como si lo fuera. Muchas veces el emprendedor lleva su producto como respuesta del alto costo de oportunidad que le causaría el ser «Godín«. Y la matemática mental comienza:
“si yo continuase mi trabajo en empresa-x, estaría ganando 30,000 manzanas al mes y aunque en mi proyecto gane 1,000 manzanas al mes por ahora, soy más feliz. Además, si logro hacer que mi negocio funcione, podré ganar 300,000 manzanas al mes, así que en realidad, el ser Godín me cuesta 270,000 manzanas al mes”.
¿Qué es lo que está mal con esta argumentación? En realidad, nada. Sin embargo, lo que el emprendedor está debatiendo no es la rentabilidad real o posible de su proyecto en comparación con la rentabilidad que generaría siendo Godín sino el costo de oportunidad de no ser emprendedor. Y lo hace de manera cuantitativa, lo cual puede generar muchas sospechas, pero en principio, es correcta la metodología. Más exacta sería si se hace de forma contraria:
“Este proyecto, al dejar de ser Godín, me costará 30,000 manzanas al mes y no me será rentable hasta que no genere 30,001 manzanas al mes. Ganar menos de 30,000 manzanas al mes en mi proyecto no me es rentable debido al costo de oportunidad.”
Que no sea rentable una idea no significa que no sea buena idea porque, también es cierto, no hay trabajos 100% seguros y confiables.
3. Rentabilidad vs Riesgo. Normalmente, escucho a emprendedores estar muy confiados con sus proyecciones de ventas. Pocos emprendedores piensan que tardarán más de 1 año en salir del valle de la muerte y prometen que en menos de dos años, estarán duplicando o triplicando ventas. Curiosamente, la rentabilidad y el riesgo van bastante de la mano. O por lo menos es lo que nos ha enseñado la historia de la empresa. Si la rentabilidad de tu proyecto es de 2 a 1, entonces el riesgo será también bastante alto. Si es 3 a 1, entonces el riesgo subirá irremediablemente. Igualmente, si el riesgo de la inversión baja, seguramente la rentabilidad será menor. Hasta aquí no hay problema real sino hasta que se habla de grandes retornos de inversión sin ningún tipo de riesgo. Es en este momento en que necesariamente se levantan las cejas y hace a uno sospechar si se tiene realmente bien calculada la rentabilidad o bien calculado el riesgo. Y la respuesta generalmente será que ninguna está bien calculada.
Sin embargo, esta regla de tres tiene muchas ventajas para aquel que busca recursos. Puedes ofrecer grandes retornos de forma honesta al proyectar también grandes riesgos y de igual manera, puedes mejorar tus términos de entrada y salida de inversionistas al bajar su rentabilidad proyectada y por lo tanto su riesgo, con lo cual podrás ampliar tu cartera de inversionistas.
Dime el riesgo de tu empresa y te diré qué rentabilidad necesitas tener para hacerla atractiva.
Artículo publicado en Entrepreneur.com y en World Economic Forum
Aquí puedes consultar el artículo original: link
Escrito por Roberto Carvallo Escobar
Director de Terraética