Hay una escena que se repite con variaciones en mi trabajo como consultor de sustentabilidad. Una empresa me llama, usualmente con urgencia, y me dice algo así:
«Roberto, necesitamos implementar [inserta aquí: programa de economía circular / estrategia Net Zero / certificación B Corp / reporte de sustentabilidad]. Lo necesitamos YA. ¿Cuándo podemos empezar?»
Mi primera pregunta siempre es la misma: «¿Ya saben dónde están parados?»
La respuesta, con variaciones de incomodidad, suele ser: «Pues… estamos listos para empezar a hacer cosas de sustentabilidad.»
«Esa no fue mi pregunta. Mi pregunta es: ¿saben cuál es su estado actual? ¿Qué están haciendo bien? ¿Qué están haciendo mal? ¿Dónde están sus mayores riesgos? ¿Dónde están sus mayores oportunidades?»
Silencio.
Y ahí está el problema que encuentro una y otra vez en el mundo corporativo: empresas corriendo a toda velocidad sin saber exactamente hacia dónde van, sin mapas, sin brújula, y peor aún, sin saber siquiera su punto de partida.
Es como si alguien te dijera «quiero escalar el Everest» y cuando le preguntas «¿ya sabes en qué condición física estás?» te responde «no, pero compré botas de montaña, eso cuenta, ¿no?»
Después de años ayudando a empresas en Terraetica, he llegado a una conclusión incómoda: la mayoría de las organizaciones tienen más claridad sobre su inventario de papelería que sobre su estado real en sustentabilidad y responsabilidad social.
Y eso no es solo ineficiente. Es peligroso.
La ilusión del movimiento
Déjame contarte sobre una empresa de tecnología que me contactó hace dos años. Querían «avanzar en sustentabilidad» y ya habían empezado: programa de reciclaje, cambio a focos LED, política de home office, donaciones a una fundación ambiental.
«Estamos haciendo muchas cosas», me dijeron con orgullo. «Pero sentimos que deberíamos estar haciendo más.»
«¿Más de qué?», pregunté.
«Pues… más sustentabilidad.»
Les propuse algo radical: antes de hacer más cosas, evaluemos qué están haciendo y por qué.
Resistencia inicial. «No queremos perder tiempo en diagnósticos, queremos acción.»
Los convencí de darme dos semanas para un diagnóstico básico. Esto es lo que descubrimos:
- Su programa de reciclaje costaba 180 mil pesos al año pero solo el 12% del personal participaba
- Los focos LED ahorraban 8 mil pesos mensuales en electricidad, pero su mayor gasto energético (por mucho) era su infraestructura de servidores, que nadie había revisado
- El home office redujo emisiones de transporte, excelente, pero aumentó consumo residencial sin ninguna medición
- Las donaciones iban a una causa que no tenía relación con su impacto material como empresa
Estaban corriendo. Mucho. Pero sin dirección estratégica.
Cuando hicimos un diagnóstico completo (que les tomó tres semanas, no dos), descubrimos que su mayor impacto ambiental estaba en el ciclo de vida de sus productos electrónicos y en su cadena de suministro. Cosas que ni siquiera estaban en su radar porque nunca se habían detenido a mapear su realidad.
Reorientaron su estrategia. Seis meses después, habían reducido su huella real en 31% e invertían menos recursos que antes, porque ahora los invertían estratégicamente.
Pero nada de eso habría pasado sin detenerse primero a diagnosticar.
El costo invisible de no saber
Aquí está lo que las empresas no calculan: el costo de operar sin diagnóstico.
Una empresa manufacturera llevaba tres años «trabajando en sustentabilidad». Presupuesto anual: 4.2 millones de pesos en varios programas e iniciativas.
Les hice la pregunta incómoda: «¿Alguno de estos programas está atacando sus impactos materiales más importantes?»
«¿Impactos materiales?»
No habían hecho un análisis de materialidad. No sabían cuáles de sus impactos eran críticos y cuáles marginales. Estaban invirtiendo 4.2 millones sin saber si estaban trabajando en lo que realmente importaba.
Hicimos un diagnóstico. Descubrimos que estaban gastando:
- 1.8 millones en un programa comunitario que no conectaba con sus stakeholders prioritarios
- 980 mil en medir indicadores que no eran materiales para su industria
- 620 mil en un programa de voluntariado con 8% de participación
Mientras tanto, sus dos impactos materiales más críticos (consumo de agua en zonas con estrés hídrico y condiciones laborales en cadena de suministro) recibían menos del 15% del presupuesto total.
Durante tres años, habían estado tirando dinero en direcciones equivocadas. El costo de no diagnosticar no fue el tiempo que tomó hacerlo (seis semanas). Fue tres años de recursos mal invertidos. Más de 12 millones de pesos gastados con eficiencia mínima.
Pero como nunca habían parado a evaluar, nunca lo supieron. Seguían corriendo, convencidos de que movimiento = progreso.
El síndrome de «todos hacen algo, nadie hace todo»
Este es un patrón que veo constantemente y que solo un diagnóstico puede revelar.
Una empresa de consumo tenía iniciativas de sustentabilidad en cinco departamentos diferentes:
- Operaciones: eficiencia energética
- RH: programa de diversidad
- Compras: proveedores sustentables
- Marketing: campaña de consumo responsable
- Administración: reciclaje y reducción de residuos
En papel, impresionante. Cinco frentes trabajando en sustentabilidad.
El problema: nadie había mapeado cómo se conectaban (o no se conectaban) estas iniciativas. No había estrategia integradora. Cada departamento hacía lo suyo, sin coordinación, sin visión compartida.
El diagnóstico reveló:
- Operaciones estaba optimizando el uso de energía en plantas
- Mientras Marketing prometía «producción 100% renovable» (que no era cierto)
- Compras estaba evaluando proveedores con criterios diferentes a los que RH usaba para diversidad
- Los objetivos de cada área no solo no se alineaban, a veces se contradecían
Era como un equipo de fútbol donde cada jugador está intentando meter gol por su cuenta, sin jugar como equipo. Mucha energía, poco resultado.
Después del diagnóstico, creamos una estrategia integrada. Mismos recursos, pero coordinados. El impacto medible en 12 meses se triplicó.
Pero el primer paso fue detenerse, mapear, y entender qué estaba haciendo cada quien y cómo conectarlo.
Conócete a ti mismo (versión corporativa)
Hay una frase inscrita en el templo de Apolo en Delfos que estudié en mis años de filosofía: «Conócete a ti mismo». Los griegos la consideraban el inicio de toda sabiduría.
Tres mil años después, sigue siendo válida. Especialmente para empresas.
No puedes mejorar lo que no conoces. No puedes transformar lo que no entiendes. No puedes avanzar estratégicamente si no sabes tu punto de partida.
Un diagnóstico de RSE no es un ejercicio académico. Es un acto de honestidad organizacional. Es preguntarte:
- ¿Qué estamos haciendo realmente (no lo que decimos que hacemos)?
- ¿Dónde está nuestro mayor impacto?
- ¿Qué riesgos tenemos que no estamos viendo?
- ¿Qué oportunidades estamos perdiendo?
- ¿Qué están haciendo nuestros competidores que nosotros no?
- ¿Qué esperan nuestros stakeholders que ni siquiera hemos considerado?
Una empresa de servicios financieros se resistía a hacer diagnóstico. «Ya sabemos dónde estamos», insistían.
Los desafié: «Ok, díganme sus tres impactos ESG más materiales.»
Tres ejecutivos, tres respuestas diferentes. Nadie estaba seguro. Pero todos estaban seguros de que «ya lo sabían».
Hicimos el diagnóstico. Resultó que su percepción de materialidad estaba desalineada de lo que sus inversionistas, reguladores y clientes consideraban crítico. Estaban trabajando en lo que ellos creían importante, no en lo que objetivamente era material.
El diagnóstico no les dijo que estaban «mal». Les dio claridad. Y esa claridad les permitió reorientar efectivamente.
Como diría Sócrates: «Solo sé que no sé nada.» El diagnóstico es el ejercicio socrático corporativo: admitir que tal vez no sabemos tanto como creemos, para poder aprender lo que realmente necesitamos saber.
Lo que un diagnóstico realmente revela
Basándome en cientos de diagnósticos en Terraetica, esto es lo que típicamente descubren las empresas cuando finalmente se detienen a evaluar:
Descubrimiento #1: Están trabajando en lo marginal, ignorando lo material
El 70% de las empresas está invirtiendo recursos en impactos secundarios mientras sus impactos críticos están desatendidos. No por maldad, sino por falta de mapeo.
Descubrimiento #2: Tienen activos ocultos
Muchas empresas están haciendo cosas valiosas sin saberlo. No las reportan, no las comunican, no las potencian. Un diagnóstico las hace visibles.
Descubrimiento #3: Hay riesgos que no han identificado
Riesgos regulatorios, reputacionales, operacionales relacionados con temas ESG que están en su punto ciego. Hasta que un diagnóstico los ilumina.
Descubrimiento #4: Sus stakeholders quieren cosas diferentes a las que asumen
Las empresas diseñan estrategias basadas en supuestos sobre qué le importa a su gente, sus clientes, sus inversionistas. El diagnóstico confronta supuestos con realidad.
Descubrimiento #5: La competencia los está dejando atrás
Muchas empresas no saben dónde están paradas en relación con su industria. Un diagnóstico comparativo es revelador (y a veces aterrador).
Descubrimiento #6: Tienen más capacidad de impacto de la que piensan
Esto es lo más bonito: empresas que descubren que pueden hacer mucho más, que tienen palancas de impacto que no habían considerado.
La falsa dicotomía: diagnóstico vs. acción
Aquí está el argumento que siempre escucho: «El diagnóstico toma tiempo. Preferimos estar haciendo cosas.»
Es una falsa dicotomía. No es diagnóstico O acción. Es diagnóstico PARA mejor acción.
Déjame usar una metáfora médica (porque soy fan de las metáforas):
Llegas con el doctor con un dolor. ¿Qué prefieres?
- A) Que te dé medicina inmediatamente sin revisarte
- B) Que primero te examine, haga diagnóstico, y entonces prescriba tratamiento
Todos elegimos B. Porque sabemos que el diagnóstico no es tiempo perdido. Es tiempo invertido en hacer las cosas bien.
Pero en el mundo corporativo, de repente actuamos como si la medicina sin diagnóstico fuera eficiente. No lo es. Es irresponsable.
Una empresa me dijo: «No queremos tardar seis semanas en diagnóstico cuando podríamos estar implementando soluciones.»
Les respondí: «¿Preferirían implementar durante seis meses las soluciones equivocadas, o diagnosticar seis semanas e implementar durante seis meses las soluciones correctas?»
Hicieron el diagnóstico. Les tomó cinco semanas. Les ahorró año y medio de trabajo en direcciones incorrectas y probablemente 8 millones de pesos mal invertidos.
El diagnóstico no es la antítesis de la acción. Es la condición para la acción inteligente.
Lo que un buen diagnóstico debe incluir
No todos los diagnósticos son iguales. He visto «diagnósticos» que son básicamente encuestas genéricas que no revelan nada útil.
Un diagnóstico efectivo de RSE debe:
1. Mapear tu estado actual honestamente No lo que aspiras a ser. Lo que eres hoy. Con toda tu gloria y todas tus deficiencias.
2. Identificar tus impactos materiales Cuáles de tus impactos ambientales, sociales y de gobernanza son realmente críticos para tu negocio y tus stakeholders.
3. Evaluar tus riesgos y oportunidades ESG Dónde estás vulnerable y dónde puedes crear valor.
4. Benchmarking con tu industria Dónde estás en relación con competidores y mejores prácticas sectoriales.
5. Identificar brechas La distancia entre donde estás y donde necesitas/quieres estar.
6. Priorizar No todo es urgente. Un buen diagnóstico te dice qué atacar primero.
7. Dar dirección estratégica No solo «aquí están los problemas», sino «aquí está el camino sugerido».
Un diagnóstico que no cumple estos elementos es incompleto. Es como un examen médico que solo toma tu temperatura pero ignora todo lo demás.
El diagnóstico como inversión, no como gasto
Aquí está el cálculo que las empresas deben hacer:
Costo de un diagnóstico: tiempo (4-8 semanas) y recursos (si contratas apoyo externo)
Costo de NO diagnosticar: años de estrategia desorientada, recursos mal invertidos, riesgos no identificados, oportunidades perdidas.
He visto empresas que gastan millones anualmente en sustentabilidad sin diagnóstico previo. Luego se resisten a «gastar» en un diagnóstico porque «ya estamos invirtiendo mucho».
Es como negarse a comprar un mapa porque «ya gastamos en gasolina». La lógica no cierra.
Una empresa que finalmente hizo diagnóstico después de tres años operando «a ciegas» calculó que si hubieran diagnosticado desde el inicio, habrían ahorrado 11 millones de pesos en iniciativas mal dirigidas.
El diagnóstico no es gasto. Es la inversión más eficiente que puedes hacer antes de cualquier estrategia de RSE.
La invitación a detenerte
Sé que la cultura corporativa glorifica la velocidad. «Move fast and break things.» «Fail fast.» «Bias for action.» Todo es sobre velocidad.
Pero hay una diferencia entre velocidad y dirección correcta. Y no sirve de nada ir rápido en la dirección equivocada.
Entonces aquí está mi invitación: detente.
No para siempre. Solo lo suficiente para entender dónde estás parado. Para mapear tu realidad. Para obtener claridad.
No es parálisis por análisis. Es pausa estratégica. Es el momento de respirar antes de correr el maratón. Es la preparación que hace posible el desempeño.
Y aquí está lo hermoso: hacer un diagnóstico de RSE es más accesible de lo que piensas. No requiere consultores caros (aunque ayudan). No requiere meses de trabajo (aunque más profundo es mejor).
En Terraetica desarrollamos una herramienta de diagnóstico que puedes hacer tú mismo, a tu ritmo, sin costo. Porque creemos que todas las empresas, sin importar su tamaño, deberían poder responder la pregunta básica: «¿Dónde estoy en mi camino de responsabilidad social?»
Puedes acceder a ella en terraetica.com/diagnostico-de-responsabilidad-social-empresarial
No es el diagnóstico más profundo posible (eso requiere trabajo personalizado), pero es infinitamente mejor que no diagnosticar nada. Es tu punto de partida. Tu mapa inicial. Tu momento de «conócete a ti mismo» corporativo.
Y si después de hacerlo descubres que necesitas apoyo más profundo, adelante. Si descubres que puedes avanzar solo con esa claridad, perfecto. Lo importante es que tengas el mapa antes de emprender el viaje.
El mapa que transforma el viaje
Termino con esto: he visto dos tipos de empresas en mi carrera.
Las que corren sin mapa, confiando en que el movimiento eventualmente las llevará a algún lado bueno. Algunas tienen suerte. La mayoría se pierden, se frustran, y eventualmente se preguntan por qué invirtieron tanto para llegar a ningún lado claro.
Y las que pausan, diagnostican, mapean, y entonces avanzan con dirección. Estas empresas no van más lento. Van más inteligente. Y eventualmente, van mucho más lejos.
La diferencia entre ambas no es recursos, tamaño, o industria. Es simplemente que unas tuvieron la sabiduría de detenerse antes de correr.
Como me enseñaron los filósofos estoicos: no se trata de controlar el viento, sino de ajustar las velas. Pero primero necesitas saber en qué dirección sopla el viento. Y eso requiere detenerte, observar, diagnosticar.
Tu empresa está en un viaje hacia mayor responsabilidad social y sustentabilidad. La pregunta no es si deberías estar en ese viaje (ya estás, lo sepas o no). La pregunta es: ¿tienes el mapa?
Si no lo tienes, ya sabes qué hacer.
Detente. Diagnostica. Entonces, y solo entonces, corre.
Pero esta vez, en la dirección correcta.
Conoce más de medición de impacto aquí
Dr Roberto Carvallo Escobar
Director de Terraética

