Por un consultor que lo ha intentado más veces de las que debería

Hablar de sustentabilidad durante una cena puede ser, dependiendo de tu audiencia, una experiencia profundamente inspiradora… o una que termine con alguien levantando la ceja mientras sirve más vino y cambia de tema hacia fútbol o series de Netflix. Lo he vivido muchas veces. Como consultor en temas de sostenibilidad y responsabilidad social en México, he estado en cenas donde una simple pregunta como “¿y tú a qué te dedicas?” se convierte en una batalla campal sobre si el reciclaje realmente sirve, si el cambio climático es tan urgente como dicen o si de verdad importa cambiar nuestras decisiones cotidianas.

Y sin embargo, sigo creyendo que las cenas (o los cafés, o las carnes asadas de domingo) son uno de los mejores espacios para sembrar curiosidad, incomodidad positiva y, con suerte, acción. Por eso escribo este texto: para quienes quieren hablar de sustentabilidad con sus amigos sin parecer fanáticos, sin dar cátedra, y sobre todo, sin perder amistades en el intento.

1. Empieza con preguntas, no con datos

Uno de los errores más comunes —y que yo cometí durante años— es asumir que hablar de sustentabilidad significa tener todos los datos a la mano. Que si llevas bajo el brazo el último reporte del IPCC, un gráfico de emisiones por sector y la estadística sobre la pérdida de biodiversidad en México, vas a “ganar” el debate.

Pero no se trata de ganar. Se trata de abrir la conversación.

En lugar de decir:

“¿Sabías que México genera más de 44 millones de toneladas de residuos al año?”

Intenta:

“Oye, ¿ustedes separan su basura? ¿Sí sirve de algo, no?”

Cuando haces preguntas, invitas a la reflexión y al diálogo. Algunas personas en la mesa quizá nunca han pensado si su consumo tiene impacto. Otras tendrán argumentos, dudas o incluso críticas. Eso es valioso. No estás evangelizando: estás facilitando una conversación.

2. No te conviertas en el vegano de caricatura

Este punto es delicado. Hablar de sustentabilidad implica muchas veces hablar de alimentación, transporte, consumo y estilos de vida. Pero es fácil caer en el juicio moral. Recuerdo una cena en la que, al comentar que ya casi no comía carne, un amigo hizo un brindis sarcástico: “¡Por los pastitos que salvará Roberto esta semana!”. Nos reímos, pero entendí algo importante: la forma en que hablamos importa tanto como el contenido.

Habla de tu experiencia, no de lo que los demás deberían hacer. Por ejemplo:

“Dejé de comer carne roja entre semana porque noté que me sentía más ligero… y también porque vi lo que implica en consumo de agua. No me cuesta tanto y me ha funcionado.”

Eso suena humano, no mesiánico. A veces contar cómo te equivocaste, volviste a intentar, o cambiaste de opinión, puede abrir más puertas que cualquier evidencia científica.

3. Acepta las contradicciones (incluyendo las tuyas)

Uno de los temas más incómodos cuando hablas de sustentabilidad es que todos —tú incluido— somos inconsistentes. Hay quien tiene paneles solares en casa pero vuela cada mes. Hay quien usa bici pero compra fast fashion. Hay quien promueve el consumo local pero compra en Amazon.

Y sí, muchas veces te lo van a señalar.

Me ha pasado con clientes, amigos y hasta familia: “¿Y tú hablas de sustentabilidad? Pero si usas coche diario.” O el clásico: “Tú trabajas con empresas, ¡y esas son las que contaminan más!”.

Mi respuesta:

“Justo por eso lo hago. Porque no se trata de ser perfecto, sino de mover las piezas donde más impacto pueden tener.”

Aceptar nuestras propias contradicciones no te quita credibilidad; al contrario, te vuelve creíble. Ser sostenible no es una identidad totalizante, es un camino lleno de decisiones, a veces incómodas, a veces contradictorias.

4. Usa el humor, porque funciona

No subestimes el poder de la risa. En lugar de soltar un sermón sobre la urgencia climática, a veces es más efectivo lanzar un comentario irónico:

“¿Este vino? Sustentable. Lo tomé caminando a la tienda en lugar de manejar.”

O

“Yo ya no genero residuos… todo lo que compro se queda guardado en el cajón de los tuppers.”

El humor desarma. Lo uso incluso en talleres empresariales. Nos permite hablar de temas complejos sin hacer que la gente se sienta atacada. Y en una cena, es la mejor herramienta para evitar que la conversación se vuelva plomiza.

5. Trae historias, no solamente conceptos

Una vez conté durante una cena cómo, en una comunidad rural del sur de México, instalaron captadores de agua y la gente dejó de caminar horas por agua limpia. Lo conté con detalles: la señora que nos preparó café con el agua recolectada, los niños jugando sin tener que cargar bidones. No mencioné “ODS 6” ni “acceso universal a servicios básicos”.

Y lo que pasó fue mágico: la gente se interesó genuinamente. Me preguntaron cuánto costaban esos sistemas, quién los instalaba, cómo podían ayudar.

En lugar de hablar de “impacto social”, hablé de personas. Cuando puedes ponerle rostro a las palabras, la sustentabilidad se vuelve real.

6. No discutas, dialoga

Alguien en la cena va a soltar una provocación.

“Todo eso es puro greenwashing.”

“El reciclaje no sirve de nada.”

“Las empresas solo hacen cosas verdes por marketing.”

“A mí eso de la huella de carbono me suena a moda hipster.”

Y está bien.

Respira. Sonríe. No conviertas la mesa en un campo de batalla. Pregunta:

“¿Por qué crees eso?”

“¿Has tenido alguna mala experiencia con eso?”

“¿Qué te haría cambiar de opinión?”

A veces, lo que hay detrás es escepticismo razonable. Otras veces, miedo al cambio. En muchas ocasiones, cansancio. Nuestra responsabilidad como promotores de la sostenibilidad no es ganar el argumento, sino sostener la conversación.

7. Aterriza lo macro en lo micro

Cuando hablamos de sustentabilidad, solemos hablar en términos globales: cambio climático, biodiversidad, modelos económicos. Pero en una cena, es mejor hablar en clave cotidiana.

En lugar de:

“Debemos transitar hacia un modelo de economía circular y descarbonizada.”

Prueba con:

“Últimamente he intentado reparar más cosas en casa. Me di cuenta de que comprar nuevo cada vez que algo falla no solo contamina más, sino que me sale carísimo.”

Eso lo puede entender cualquier persona. Haz conexiones con lo que está sobre la mesa: la comida, los empaques, el lugar donde están, cómo llegaron ahí.

8. Admite que es un tema emocional

Ser sostenible es incómodo. Cambiar hábitos implica dejar cosas atrás. Lo he visto con empresas que no quieren eliminar el plástico porque sus clientes se quejan. Lo he visto con amigos que me dicen: “Sí quisiera reciclar, pero no tengo espacio para separar en casa.”

Hay emociones ahí: culpa, impotencia, enojo, cansancio. Y por eso, hablar de sustentabilidad también implica empatía.

“Sí, yo también me sentí abrumado al principio. Luego me di cuenta que con una o dos cosas que cambie ya estoy haciendo más que antes.”

Validar emociones no es debilidad. Es la mejor forma de construir confianza y, con ella, apertura al cambio.

9. Cierra con inspiración, no con culpa

Nadie quiere terminar su cena sintiéndose mal por vivir como vive. No se trata de convertir el postre en un juicio ético. Pero sí puedes sembrar una semilla.

Puedes cerrar con un:

“A mí me gusta pensar que todo esto que hacemos no es solo por ‘salvar el planeta’, sino por vivir mejor. Yo me siento más tranquilo así. Me conecta más con lo que hago.”

Eso deja algo. No presiona. Y quizá, la próxima vez, alguien en esa mesa te cuente que empezó a compostar, que dejó de usar botellas de plástico o que convenció a su jefe de hacer una campaña interna.

10. El cambio no ocurre en una cena, pero sí empieza ahí

No esperes que una sola conversación cambie todo. Pero sí puede iniciar algo. Las transformaciones más profundas que he visto en personas, organizaciones o comunidades han empezado con una idea sencilla, una anécdota, una pregunta que se quedó flotando.

He tenido clientes que al principio solo querían “mejorar su reputación” y terminaron reestructurando toda su cadena de proveedores. Amigos que se burlaban de mis bolsas reutilizables y hoy son más estrictos que yo con su compostaje. Comidas donde nadie me hizo caso… hasta que una persona me escribió meses después para preguntarme dónde podía donar su ropa.

Hablar de sustentabilidad no es solo compartir información. Es practicar una forma de conversación que, ojalá, nos lleve a vivir distinto.

Epílogo: no olvides el vino (y el postre)

En el fondo, la sostenibilidad también se trata de placer. De disfrutar con conciencia. De aprender que vivir mejor no es vivir con menos, sino vivir con sentido. Así que lleva buen vino a la cena. Come con gusto. Ríe. Y, cuando alguien pregunte qué piensas sobre el futuro, no tengas miedo de decirlo: “Yo creo que sí podemos vivir de otra forma. Y por eso hago lo que hago.”

Y si alguien cambia de tema… no pasa nada. La semilla ya está plantada.

 

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Dr Roberto Carvallo Escobar

Director de Terraética