Cuando empecé a trabajar en sustentabilidad hace años, ESG (Environmental, Social, and Governance) era algo que solo mencionaban los inversionistas europeos en conferencias aburridas. Hoy, si no entiendes ESG, estás perdiendo oportunidades reales de negocio y acumulando riesgos que pueden quebrar empresas.

ESG es un framework cuantitativo y basado en datos que permite evaluar cómo una organización gestiona riesgos y oportunidades relacionados con factores ambientales, sociales y de gobernanza. En términos prácticos, es una forma sistemática de medir si una empresa está preparada para el futuro o si está viviendo del pasado, esperando que los problemas se resuelvan solos.

ESG significa Environmental (impacto ambiental y gestión de riesgos climáticos), Social (relaciones con empleados, comunidades y cadena de suministro), y Governance (cómo se dirige y controla la empresa). Pero ESG va mucho más allá de plantar árboles para las fotos del reporte anual o de tener políticas bonitas que nadie lee. Es un sistema de evaluación que ayuda a inversores, empleados, clientes y reguladores a entender qué tan bien preparada está una empresa para manejar los desafíos que vienen.

La diferencia clave entre ESG es que hemos pasado de filantropía y fotos bonitas a gestión inteligente de riesgos y oportunidades que pueden determinar si tu empresa va a prosperar o desaparecer en los próximos 20 años.

Lo que realmente está pasando con ESG

El 90% de las empresas del S&P 500 ya publican reportes ESG, y te aseguro que no es porque de repente se volvieron altruistas. Tres fuerzas han convertido ESG de una idea bonita en una necesidad empresarial que ya no puedes ignorar, así como hace 30 años no podías ignorar las computadoras y hace 15 años no podías ignorar internet.

La primera fuerza es presión financiera real con números que duelen. Los inversionistas institucionales que manejan más de $90 billones de dólares ahora consideran factores ESG en sus decisiones de inversión. Esto no es activismo, esto es BlackRock, Vanguard, y State Street diciéndote que si no tienes estrategia ESG clara, tu costo de capital va a subir. Según estudios recientes, 88% de las empresas que siguen estándares ambientales y sociales muestran mejor desarrollo operacional, y más importante, menor volatilidad en sus acciones.

La segunda fuerza es riesgo regulatorio que ya no es futuro, es presente. La Unión Europea ya implementó la Corporate Sustainability Reporting Directive que cubre más del 75% del volumen de negocios de empresas europeas. En Estados Unidos, la SEC finalizó nuevas reglas para revelaciones climáticas en 2024. Si vendes a Europa, si tienes inversionistas estadounidenses, si planeas crecer internacionalmente, ESG ya dejó de ser opcional.

La tercera fuerza, y tal vez la más subestimada, son expectativas generacionales que están redefiniendo el talento y el mercado. Los millennials y Gen Z, que ya representan la mayoría de la fuerza laboral, consideran los valores ESG como factor decisivo para trabajar o comprar de una empresa. Esto no es idealismo juvenil, es una generación que creció viendo crisis climáticas, pandemias, y desigualdad extrema, y que tiene cero tolerancia para empresas que no demuestren responsabilidad real.

Cuando combinás presión financiera + riesgo regulatorio + cambio generacional, ya no estás viendo una tendencia pasajera. Estás viendo una transformación estructural del capitalismo que va a separar a las empresas que entienden el futuro de las que siguen viviendo en el pasado.

Los tres pilares técnicos que determinan tu futuro

El pilar Environmental va mucho más allá de «ser verde» o cambiar popotes de plástico por papel. Se trata de gestión cuantificada de riesgos climáticos y eficiencia de recursos que afecta directamente tu bottom line. Las empresas miden emisiones de gases de efecto invernadero en tres alcances según el protocolo GHG: Alcance 1 son emisiones directas de fuentes propias, Alcance 2 son emisiones indirectas de energía comprada, y Alcance 3 son emisiones de toda la cadena de valor. La mayoría de las empresas descubre que el 70% de sus emisiones están en Alcance 3, lo que significa que no puedes ser sustentable si tus proveedores no lo son.

Pero lo ambiental también incluye gestión de recursos como eficiencia en uso de agua, gestión de residuos, uso de materiales reciclados, y implementación de economía circular. Incluye evaluación de riesgos físicos del clima como vulnerabilidad a eventos climáticos extremos, sequías, inundaciones, y cambios en patrones climáticos que pueden interrumpir tus operaciones. Y crucialmente, incluye estrategias concretas para migrar hacia energías renovables y tecnologías limpias, no solo «planes» y «compromisos» que suenan bien en comunicados de prensa.

El pilar Social evalúa cómo una empresa gestiona su capital humano y su impacto en las comunidades, pero con métricas específicas que van más allá de fotos bonitas en el reporte anual. Esto incluye gestión de capital humano con métricas reales de diversidad, equidad e inclusión, no solo conteos demográficos. Incluye compensación justa medida contra benchmarks de industria, desarrollo profesional documentado con resultados cuantificables, y engagement de empleados medido a través de encuestas regulares y sistemáticas.

También cubre salud y seguridad ocupacional con tasas de accidentes comparadas contra estándares industriales, programas de bienestar con participación y resultados medibles, y condiciones laborales que van más allá del cumplimiento legal mínimo. El impacto comunitario se mide a través de desarrollo económico local documentado, programas de educación con resultados específicos, y participación en iniciativas comunitarias que generan valor real, no solo publicity.

Crucialmente, el pilar social incluye estándares laborales en toda la cadena de suministro, especialmente en economías en desarrollo donde los riesgos de violaciones a derechos humanos son más altos. Esto requiere auditorías regulares, sistemas de monitoreo, y capacidad real de tomar acción correctiva cuando se identifican problemas.

El pilar Governance determina cómo se toman las decisiones y cómo se ejerce el control corporativo, y es la base sobre la cual funcionan los otros dos pilares. Una empresa puede tener programas ambientales y sociales excelentes, pero si la gobernanza es deficiente, todo se puede venir abajo rápidamente. Governance incluye estructura del consejo con diversidad real de expertise, independencia documentada de consejeros, y rotación apropiada que evite tanto la pérdida de conocimiento institucional como el entrenchment.

La compensación ejecutiva debe estar alineada entre incentivos de liderazgo y objetivos de largo plazo, incluyendo objetivos ESG específicos y medibles. Esto significa que una porción significativa del compensation del CEO y el equipo ejecutivo debe estar atada a métricas ESG, no solo a resultados financieros de corto plazo.

Governance también requiere transparencia y revelación a través de reportes financieros y no financieros de alta calidad, auditorías independientes rigurosas, y comunicación proactiva con stakeholders. Incluye ética empresarial implementada a través de políticas anticorrupción específicas, gestión de conflictos de interés documentada, y programas de cumplimiento que van más allá de check-the-box compliance.

Los frameworks técnicos que separan profesionales de amateurs

Aquí viene la parte que separa a quienes entienden ESG de quienes solo hablan de ESG. Existen múltiples marcos de trabajo para implementar y reportar ESG, cada uno con enfoques específicos, y elegir el equivocado puede costarte años de trabajo perdido.

GRI (Global Reporting Initiative) es el estándar más adoptado globalmente, utilizado por el 80% de las 250 corporaciones más grandes del mundo. GRI proporciona un enfoque comprehensivo y basado en principios que cubre impactos económicos, ambientales y sociales. Su fortaleza es la flexibilidad para adaptarse a diferentes industrias y contextos, pero su debilidad es que puede ser abrumador para empresas pequeñas por su amplitud. GRI es ideal para empresas que buscan transparencia completa con múltiples stakeholders y que tienen recursos para manejar un framework robusto.

SASB (Sustainability Accounting Standards Board) ofrece un enfoque específico por industria, ahora integrado al International Sustainability Standards Board. SASB se enfoca en materialidad financiera e información relevante para inversionistas, con métricas específicas y comparables por sector industrial. Su fortaleza es la relevancia directa para decisiones de inversión, pero su debilidad es que se limita a temas financieramente materiales según la perspectiva tradicional. SASB es ideal para empresas públicas que priorizan comunicación con inversionistas y que operan en industrias con riesgos ESG claramente definidos.

TCFD (Task Force on Climate-related Financial Disclosures) es el estándar de oro para riesgos climáticos, establecido por el Financial Stability Board. TCFD estructura revelaciones en cuatro áreas: Governance (supervisión de riesgos y oportunidades climáticas), Strategy (impactos en estrategia y planificación financiera), Risk Management (identificación, evaluación y gestión de riesgos climáticos), y Metrics and Targets (métricas y objetivos para evaluar y gestionar temas climáticos). TCFD es ideal para empresas en sectores altamente expuestos a riesgos climáticos como energía, agricultura, real estate, y transporte.

CDP (Carbon Disclosure Project) maneja la base de datos más grande de emisiones corporativas del mundo, utilizada por más de 23,000 empresas. CDP opera a través de tres cuestionarios anuales que cubren cambio climático, seguridad hídrica, y deforestación, con un sistema de scoring transparente que va de A a D-. CDP es ideal para empresas que buscan benchmarking ambiental riguroso y que quieren entender su posición relativa en su industria.

ISSB (International Sustainability Standards Board) es el nuevo estándar global emergente que integra SASB, TCFD, y otros frameworks en un sistema coherente. El objetivo de ISSB es crear estándares globales de revelación de sostenibilidad específicamente diseñados para inversionistas, con integración completa con reportes financieros tradicionales. ISSB está en desarrollo pero ya está siendo adoptado por múltiples jurisdicciones como el foundation para regulación futura.

Tu ruta de implementación (sin consultorías carísimas)

Implementar ESG no es un proyecto de fin de semana, pero tampoco requiere contratar McKinsey por dos años. Es una transformación organizacional que requiere planeación estratégica, compromiso de liderazgo, y ejecución disciplinada, pero que puedes hacer internamente si entiendes la metodología correcta.

La fase de diagnóstico y materialidad toma entre 2-3 meses y es donde la mayoría de las empresas cometen errores que los persiguen por años. Empiezas mapeando tus stakeholders principales, pero no de manera genérica sino específica: qué inversionistas tienes, qué expectativas ESG han expresado, qué empleados están preguntando sobre sustentabilidad, qué clientes han incluido criterios ESG en sus decisiones de compra. Después identificas marcos regulatorios aplicables según tus mercados, no solo los obvios sino los que vienen en pipeline y que pueden afectarte en 2-3 años.

El análisis de materialidad es donde separas temas ESG relevantes para tu industria específica de los temas genéricos que aparecen en todos los templates. Evalúas impacto potencial en el negocio de cada tema, pero con números reales, no con escalas cualitativas vagas. Priorizas según relevancia para stakeholders Y impacto en valor empresarial, y documentas el rationale para decisiones de materialidad porque te van a preguntar después.

La fase de estrategia y gobernanza toma 1-2 meses y es donde defines cómo ESG se integra con tu estrategia corporativa existente, no como add-on sino como componente central. Estableces visión ESG que sea específica y medible, no aspiracional y vaga. Defines objetivos SMART (específicos, medibles, alcanzables, relevantes, con tiempo definido) que conecten directamente con métricas de negocio.

Crucialmente, estableces estructura de gobernanza que incluye responsabilidades específicas a nivel de consejo de administración, no solo «oversight» genérico sino responsabilidades específicas por área ESG. Creas estructura de reporting que conecte métricas ESG con dashboards ejecutivos existentes, y lo más importante, conectas objetivos ESG con incentivos de management de manera que el equipo ejecutivo tenga skin in the game.

La fase de sistemas y medición toma 3-4 meses y es la más técnica pero también la más crítica. Aquí evalúas sistemas existentes para capturar datos ESG, identificas gaps específicos, e implementas procesos de recolección, validación, y almacenamiento de datos que sean tan rigurosos como tus sistemas financieros. Estableces controles internos para asegurar calidad de datos porque datos ESG malos son peores que no tener datos.

Seleccionas métricas específicas basadas en el framework que elegiste, estableces metodologías de cálculo consistentes que puedan ser auditadas, defines frecuencia de medición que balancee utilidad con costo, e implementas sistemas de tracking que produzcan información actionable, no solo reportes bonitos.

La fase de implementación y reporting es ongoing y es donde la mayoría de las empresas descubre si realmente entendieron ESG o si solo hicieron el ejercicio. Implementas proyectos específicos según roadmap con PMO dedicado, monitoreas progreso contra objetivos con la misma disciplina que monitoreas resultados financieros, y desarrollas comunicación regular con stakeholders que sea substantiva, no solo marketing.

El primer reporte ESG es un milestone crítico porque es donde descubres si tu sistema realmente funciona. Muchas empresas descubren en el último momento que no tienen datos confiables, que sus objetivos eran irreales, o que no pueden explicar su progreso de manera convincente.

Los errores que te van a costar años si los cometes incluyen empezar con reporting en lugar de estrategia, tratar ESG como proyecto de marketing en lugar de gestión de riesgos, seleccionar frameworks sin entender a tus stakeholders, subestimar la complejidad de datos ESG, establecer objetivos sin plan de implementación, e ignorar la cadena de suministro donde frecuentemente está el 70% de tu impacto real.

ESG está evolucionando de «nice to have» a «table stakes» más rápido de lo que la mayoría de las empresas esperaban. La regulación se está volviendo más estricta con sanciones reales, la digitalización está facilitando recolección y verificación de datos en tiempo real, la integración financiera está eliminando la separación artificial entre reportes financieros y ESG, y los estándares globales están simplificando el landscape complejo actual.

Tu próximo paso no es contratar una consultora para hacer un reporte bonito. Es definir cómo ESG se integra con tu estrategia de creación de valor de largo plazo. Porque las empresas que entiendan ESG como sistema de gestión integral, no como ejercicio de reporting, serán las que construyan ventajas competitivas sostenibles para las próximas décadas. Y eso, nadie puede hacerlo por ti.

 

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Dr Roberto Carvallo Escobar

Director de Terraética