Como director de Terraética, he sido testigo de una transformación fundamental que está redefiniendo el panorama empresarial mexicano y global. Estamos en el umbral de una revolución silenciosa en los criterios ESG que promete cambiar radicalmente cómo las empresas miden, reportan y, más importante aún, demuestran su impacto real en el mundo. Lo que comenzó como un ejercicio de cumplimiento regulatorio está evolucionando hacia algo mucho más profundo: la cuantificación precisa del cambio social y ambiental que las organizaciones generan.

En los próximos cinco años, preveo que presenciaremos el surgimiento de lo que llamo la «Era del Impacto Cuantificado», donde las empresas no solo reportarán qué hacen, sino que podrán demostrar científicamente cuánto valor social y ambiental específico están creando. Esta evolución está siendo acelerada por la convergencia de tecnologías emergentes, nuevas regulaciones y una demanda creciente de evidencia tangible por parte de inversionistas y stakeholders.

Según EY, la inteligencia artificial ya está marcando el comienzo de nuevos roles laborales y transformando cómo las empresas recopilan y analizan datos ESG. Para 2027, anticipo que veremos emerger sistemas de monitoreo automatizado que utilizarán sensores IoT, satélites y algoritmos de machine learning para rastrear el impacto ambiental y social en tiempo real. Ya no será necesario esperar reportes anuales; las empresas podrán mostrar su huella de carbono, el impacto en biodiversidad y los cambios socioeconómicos en actualizaciones continuas o trimestrales.

La tecnología blockchain proporcionará la infraestructura de confianza necesaria para registrar estos datos de manera inmutable y transparente. Imaginen un mundo donde cada tonelada de CO2 evitada, cada empleo generado en comunidades vulnerables, cada litro de agua ahorrado, quede registrado en una cadena de bloques verificable por cualquier stakeholder. Esta convergencia entre IA y blockchain creará lo que denomino «certificados de impacto digitales» que funcionarán como una moneda de valor social verificable.

Una de las tendencias más fascinantes que observo es el desarrollo de metodologías para cuantificar monetariamente el impacto social. En España, según Compromiso RSE, las grandes compañías del IBEX ya están emprendiendo este proceso, y para 2025 se espera que esta práctica se consolide. Extrapolo que para 2028, veremos el surgimiento de «mercados de impacto social» donde las empresas podrán comercializar certificados verificados de valor social generado. Una empresa textil que demuestre haber mejorado los ingresos familiares de 1,000 productores de algodón en un 25% durante dos años, podrá cuantificar ese impacto en términos monetarios específicos y comercializar esa contribución como «créditos de desarrollo social».

Pero el impacto cuantificado es solo una de las transformaciones que vienen. Otra tendencia revolucionaria será la personalización algorítmica de estrategias ESG. Para 2026, anticipo que las empresas utilizarán inteligencia artificial para desarrollar estrategias ESG hiperpersonalizadas basadas en el contexto específico de cada operación, comunidad y cadena de valor. Ya no habrá estrategias ESG genéricas; cada planta, cada oficina, cada proyecto tendrá una estrategia optimizada algorítmicamente para maximizar impacto en su contexto específico.

La democratización radical de herramientas ESG será otra transformación crucial. Para 2027, preveo el surgimiento de plataformas de ESG como servicio que permitirán a cualquier empresa, sin importar su tamaño, acceder a capacidades de medición y gestión ESG que hoy solo tienen las multinacionales. Una PyME en Mérida podrá medir su impacto de biodiversidad con la misma precisión que una corporación global, utilizando IA para automatizar estudios experimentales y blockchain para verificar resultados.

Una tendencia particularmente intrigante será el desarrollo de «gemelos digitales ESG» de empresas completas. Estas réplicas digitales simularán el impacto de diferentes decisiones empresariales antes de implementarlas en el mundo real. Los CEOs podrán probar virtualmente cómo una nueva política laboral, un cambio en la cadena de suministro o una inversión comunitaria afectará sus métricas ESG a 5, 10 o 20 años, optimizando decisiones para maximizar impacto positivo a largo plazo.

El surgimiento de «ciudadanos ESG algorítmicos» representará otra evolución fascinante. Sistemas de IA actuarán como representantes virtuales de stakeholders que no pueden participar directamente en procesos de toma de decisiones. Un algoritmo entrenado con datos de comunidades indígenas, por ejemplo, podrá participar en consejos directivos corporativos para asegurar que las decisiones consideren genuinamente el impacto en esas comunidades, incluso cuando no estén físicamente presentes.

La biomonitorización continua del impacto ambiental transformará cómo entendemos la relación empresa-naturaleza. Sensores biológicos integrados en ecosistemas monitorearán en tiempo real cómo las operaciones empresariales afectan la salud de plantas, animales y microorganismos. Las empresas recibirán alertas inmediatas cuando sus actividades comiencen a generar estrés ecológico, permitiendo correcciones instantáneas antes de que el daño se vuelva irreversible.

Una proyección más audaz es el desarrollo de «contratos inteligentes de impacto» donde las compensaciones ejecutivas, los términos de financiamiento y las asociaciones comerciales se ajustarán automáticamente basándose en métricas ESG verificadas en tiempo real. Si una empresa supera sus objetivos de impacto social, sus ejecutivos recibirán automáticamente bonos adicionales. Si no los cumple, enfrentará penalizaciones financieras automáticas sin necesidad de intervención humana.

El concepto de «ESG regenerativo» emergerá como una evolución beyond sostenibilidad. Mientras que hoy las empresas buscan «no hacer daño», las organizaciones del futuro competirán por regenerar activamente ecosistemas y comunidades. Veremos empresas diseñadas desde cero para dejar el mundo mejor que como lo encontraron, con métricas de regeneración cuantificadas que van más allá de simplemente reducir impacto negativo.

La inteligencia artificial empática revolucionará cómo las empresas entienden y responden a necesidades sociales. Sistemas de IA analizarán no solo datos cuantitativos, sino patrones emocionales y culturales en comunidades para diseñar intervenciones que resuenen genuinamente con valores locales. Esta «IA culturalmente inteligente» permitirá que empresas globales actúen con sensibilidad local genuina a escala masiva.

Anticipo también el surgimiento de «economías circulares automatizadas» donde algoritmos orquestarán flujos de recursos entre empresas para minimizar desperdicios de manera autónoma. Los desechos de una empresa se convertirán automáticamente en insumos para otra, creando ecosistemas industriales simbióticos que optimizan continuamente para cero desperdicios sin intervención humana constante.

Una tendencia especialmente prometedora será la «transparencia predictiva», donde las empresas no solo reportarán su desempeño actual, sino que utilizarán IA para predecir y prevenir problemas ESG antes de que ocurran. Los sistemas identificarán patrones que preceden a violaciones laborales, daños ambientales o problemas de gobernanza, permitiendo intervenciones preventivas que protegerán tanto a stakeholders como a la reputación empresarial.

El desarrollo de «mercados de tiempo ESG» representará una innovación radical donde las empresas podrán comercializar no solo productos y servicios, sino tiempo de impacto social verificado. Una empresa que demuestre haber acelerado el desarrollo educativo de una comunidad en dos años podrá vender esos «años de desarrollo social» a otras organizaciones que necesiten compensar impactos negativos.

Para 2030, preveo la emergencia de «empresas de impacto nativo» que desde su concepción estarán diseñadas para optimizar impacto cuantificado mediante algoritmos de toma de decisiones que balancearán automáticamente rentabilidad financiera con generación de valor social y ambiental. Estas organizaciones operarán como organismos cibernéticos donde cada decisión será evaluada por su contribución al bienestar planetario y humano.

Esta transformación no estará exenta de desafíos. El riesgo de «fetichización de métricas» podría llevar a optimizar indicadores en lugar de impacto real. La dependencia excesiva de algoritmos podría reducir la consideración de contextos únicos. Será crucial desarrollar marcos que aseguren que la democratización del acceso a herramientas ESG avanzadas sea una prioridad, evitando que la brecha digital exacerbe desigualdades.

En última instancia, estamos presenciando el nacimiento de una «economía del impacto cuantificado» donde el valor de las organizaciones se determinará no solo por su capacidad de generar ganancias financieras, sino por su eficiencia demostrable en crear valor social y ambiental. Las empresas que comprendan esta evolución e inviertan ahora en capacidades de medición y demostración de impacto real estarán posicionadas para liderar la próxima era de los negocios.

El futuro de ESG no será sobre reportar lo que hacemos, sino sobre demostrar científicamente el cambio positivo que generamos en el mundo. Y ese futuro está más cerca de lo que imaginamos.


Fuentes consultadas:

  • Forética – «Tendencias ESG 2025: Claves para la agenda empresarial de sostenibilidad»
  • EY – «¿Cómo puede la Inteligencia Artificial impulsar los criterios ESG?»
  • IBM – «Blockchain e inteligencia artificial (IA): convergencia de tecnologías»
  • DiliTrust – «Tendencias ESG: Retrospectiva de 2024 y perspectivas para 2025»
  • CSE-Net – «7 tendencias clave de ESG que habrá que vigilar en 2025 y más allá»
  • Compromiso RSE – «Las 7 tendencias en sostenibilidad e impacto para 2025»
  • Pacto Mundial – «Tendencias en sostenibilidad empresarial en 2025»
  • EALDE Business School – «Informe con las principales tendencias ESG en 2025»

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Dr Roberto Carvallo Escobar

Director de Terraética