Trabajar como consultor en sostenibilidad y responsabilidad social me ha dado una perspectiva única sobre los retos que enfrentan las empresas al desarrollar estrategias ESG (ambientales, sociales y de gobernanza). Aunque muchas organizaciones entienden la importancia de integrar principios ESG en su operación, implementar una estrategia coherente y efectiva sigue siendo una tarea monumental. A lo largo de mi carrera, he observado cómo estos procesos, aunque bien intencionados, pueden tropezar con desafíos internos y externos que dificultan su éxito.

En este artículo, compartiré los principales obstáculos que he encontrado al ayudar a empresas a desarrollar sus estrategias ESG. Desde la falta de claridad en las prioridades hasta la resistencia interna al cambio, estos desafíos revelan por qué crear una estrategia ESG efectiva es mucho más complicado de lo que parece a primera vista.

Falta de claridad en las prioridades ESG: ¿Por dónde empezar?

Uno de los principales desafíos que enfrentan las empresas es la falta de claridad en cuanto a qué aspectos ESG priorizar. El campo ESG es amplio y abarca una multitud de temas, desde la huella de carbono hasta los derechos humanos en la cadena de suministro, pasando por la transparencia en la gobernanza corporativa. Ante tantas áreas potenciales de enfoque, muchas organizaciones se encuentran paralizadas sin saber por dónde empezar.

Recuerdo un proyecto en el que una empresa mediana del sector manufacturero me pidió ayuda para desarrollar su primera estrategia ESG. Durante nuestras primeras reuniones, la directiva estaba abrumada por la cantidad de factores que necesitaban abordar: emisiones de carbono, impacto en la comunidad local, estándares laborales, y muchos otros. La empresa tenía buenas intenciones, pero no contaba con un enfoque claro ni sabía qué priorizar. Este es un desafío común, ya que muchas empresas no cuentan con una comprensión profunda de su propia materialidad ESG, es decir, los temas que son más relevantes para su negocio y sus partes interesadas.

En situaciones como esta, siempre enfatizo la importancia del análisis de materialidad. Este proceso permite identificar los temas ESG más relevantes y críticos para una empresa en particular, basándose en las expectativas de las partes interesadas, los riesgos para el negocio y las oportunidades de crecimiento. Sin una evaluación clara de la materialidad, las empresas corren el riesgo de dispersar sus esfuerzos en demasiadas áreas, diluyendo el impacto de su estrategia.

La complejidad de la integración transversal

Una vez que se han definido las prioridades, el siguiente reto es integrar la estrategia ESG de manera transversal en toda la organización. La sostenibilidad no puede ser vista como un departamento separado o un esfuerzo aislado; debe estar arraigada en todas las áreas del negocio. Sin embargo, la integración de los principios ESG en la operación diaria de una empresa es una tarea complicada, especialmente si la cultura organizacional no está alineada con estos valores desde el principio.

En mi experiencia, uno de los mayores obstáculos es la resistencia interna al cambio. A menudo, los directivos y empleados están acostumbrados a hacer las cosas de cierta manera, y la introducción de nuevas prácticas ESG puede percibirse como una carga adicional o una interrupción en los procesos. Recuerdo trabajar con una empresa en el sector de la construcción que, tras definir sus prioridades ESG, enfrentó una fuerte resistencia por parte de los equipos operativos. Para ellos, implementar cambios en sus prácticas significaba modificar procesos que habían estado en funcionamiento durante décadas.

Para superar este obstáculo, siempre recomiendo capacitación y comunicación efectiva. La integración ESG solo puede tener éxito si todas las áreas de la empresa comprenden no solo qué cambios se implementarán, sino también por qué son necesarios. En el caso de la empresa de construcción, realizamos talleres para mostrar cómo las prácticas sostenibles podían mejorar la eficiencia operativa y reducir costos a largo plazo. La clave fue demostrar que ESG no es solo un «esfuerzo moral», sino una oportunidad estratégica para mejorar la competitividad y la resiliencia del negocio.

Medición y rendición de cuentas: el desafío de los indicadores

Otro aspecto que hace complicada la implementación de una estrategia ESG es la medición y rendición de cuentas. Las empresas necesitan indicadores claros y confiables para monitorear su progreso en los temas ESG prioritarios, pero establecer estos indicadores puede ser un desafío en sí mismo. A menudo, las empresas no cuentan con sistemas adecuados para recopilar datos relevantes, o no están seguras de qué medir o cómo hacerlo.

En uno de mis proyectos con una empresa de tecnología, enfrentamos precisamente este desafío. La empresa quería medir su impacto en la diversidad e inclusión, pero no contaba con datos sólidos sobre la composición de su fuerza laboral en términos de género, etnicidad o discapacidad. Sin una línea de base, era imposible establecer metas significativas o monitorear el progreso. Además, cuando empezamos a recopilar datos, nos dimos cuenta de que las métricas internas no estaban alineadas con los estándares de reporting ESG globales, lo que complicaba aún más la tarea de rendir cuentas ante sus inversores.

Mi recomendación en estos casos es comenzar por lo básico: establecer sistemas sólidos de recolección de datos. Las empresas deben invertir en herramientas y procesos que les permitan recopilar información de manera sistemática y precisa. Una vez que se tiene esta información, es posible desarrollar indicadores clave de desempeño (KPIs) que reflejen el progreso en los objetivos ESG establecidos. Además, es crucial que estos indicadores estén alineados con marcos internacionales reconocidos, como el Global Reporting Initiative (GRI) o los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), para asegurar que los resultados sean comparables y creíbles a nivel global.

La presión externa: cumplir con expectativas crecientes

Un desafío adicional que enfrentan las empresas al desarrollar su estrategia ESG es la presión externa, tanto de inversores como de consumidores y reguladores. En la última década, la demanda de prácticas responsables y sostenibles se ha disparado, y las empresas que no cumplen con estas expectativas corren el riesgo de perder competitividad. Sin embargo, equilibrar estas demandas externas con las capacidades y recursos internos de la empresa puede ser un proceso extremadamente complicado.

Recientemente, trabajé con una empresa que operaba en un sector altamente regulado y que sentía una presión significativa por parte de sus inversores para mejorar su perfil ESG. La empresa estaba dispuesta a hacer cambios, pero tenía recursos limitados y, al mismo tiempo, debía cumplir con normativas estrictas que complicaban aún más su capacidad para implementar cambios rápidos. En este tipo de situaciones, es fundamental gestionar las expectativas externas mientras se avanza de manera realista y sostenible en la implementación de la estrategia ESG.

Aquí, la clave es la comunicación transparente. Si bien es importante avanzar hacia metas ambiciosas, también lo es ser realista sobre lo que es posible en el corto y mediano plazo. En el caso de esta empresa, trabajamos en la creación de un plan por fases que permitió abordar primero los aspectos más críticos de su estrategia ESG, mientras se comunicaba claramente a los inversores y otras partes interesadas sobre los plazos y recursos necesarios para implementar cambios más profundos.

El balance entre los tres pilares: ambiental, social y de gobernanza

Finalmente, uno de los mayores retos que he encontrado al desarrollar estrategias ESG es mantener un balance adecuado entre los tres pilares: ambiental, social y de gobernanza. A menudo, las empresas tienden a centrarse en uno de estos aspectos, descuidando los otros. Por ejemplo, una empresa puede estar muy comprometida con la reducción de su huella de carbono, pero no prestar suficiente atención a temas como la diversidad en la junta directiva o las condiciones laborales en su cadena de suministro.

Este desequilibrio puede debilitar la efectividad de la estrategia ESG en su conjunto. Una estrategia ESG sólida debe abordar de manera equilibrada los desafíos ambientales, sociales y de gobernanza, ya que estos tres pilares están interconectados y afectan directamente la sostenibilidad a largo plazo del negocio.

Para lograr este balance, suelo recomendar la creación de comités ESG compuestos por representantes de diferentes áreas de la empresa, asegurando que todos los aspectos se consideren de manera integral. Además, es fundamental que la alta dirección esté involucrada desde el principio, ya que el liderazgo debe ser el principal impulsor del cambio.

Mi metodología para desarrollar una estrategia ESG efectiva

A continuación, comparto la metodología que sigo para ayudar a las empresas a desarrollar e implementar una estrategia ESG efectiva:

  1. Análisis de materialidad: Identifico los temas ESG más relevantes para la empresa y sus partes interesadas, asegurando que se enfoquen en los aspectos que realmente importan.
  2. Definición de objetivos claros: Establezco metas específicas y medibles para cada uno de los tres pilares ESG, con un enfoque particular en los aspectos más materiales.
  3. Creación de un plan de implementación: Diseño un plan por fases que permita integrar los principios ESG en toda la organización, con hitos claros y realistas.
  4. Establecimiento de indicadores clave (KPIs): Desarrollo KPIs que permitan medir el progreso de manera constante y alineada con estándares internacionales.
  5. Capacitación y comunicación interna: Aseguro que todos los empleados comprendan la importancia de la estrategia ESG y cómo afecta su trabajo diario, promoviendo una cultura de sostenibilidad.
  6. Monitoreo y ajuste continuo: Implemento un sistema de monitoreo que permita ajustar la estrategia ESG según los resultados obtenidos y los cambios en el entorno.

Esta metodología me ha permitido guiar a las empresas en la creación de estrategias ESG que no solo cumplen con las expectativas externas, sino que también generan valor a largo plazo para la organización.

 

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Dr Roberto Carvallo Escobar

Director de Terraética