Hay un libro de Martín Krauze llamado Economía para Emprendedores cuya tesis principal es que la Economía se ha separado de la gestión empresarial, olvidando que son las empresas las que mueven las economías nacionales. Explica que la razón de fondo es que mientras por parte de los economistas se piensa que todo aquello con lo que sustenta el empresario su gestión no es académicamente muy sólido, por parte de los empresarios los economistas hablan de modelos muy complejos que sirven únicamente en un mundo perfecto y por lo tanto, inexistente.

¿Tiene razón Martín Krauze? Toda mi vida he estado rodeado de emprendedores y de economistas y debo decir que mucho de lo que dice Krauze acerca de esta disyuntiva es verdad. No creo que exista un economista serio, de esos que cuestionan todo y ponen en duda hasta los mismos axiomas de la ciencia social, que se atreva a asegurar que los efectos benéficos de la economía no pertenezcan exclusivamente en un mundo teórico ya que su fortaleza de universalización precisamente radica en ello.

La forma más fácil de verlo es con cualquier economía nacional porque ninguna sigue enteramente todas las reglas de su modelo teórico y cuando tratan de hacerlo, y fallan, normalmente se atribuye su fracaso a las gestiones internas, a los comportamientos imprevistos de otras economías, etc. En otras palabras, se puede decir que la economía hace modelos perfectos, siempre predictivos, siempre y mientras cuando no se apliquen al mundo real. Es como decir: el automóvil que tengo puede llegar a 400 kilómetros por hora pero para llegar a esa velocidad se requiere tener una pista con condiciones controladas, sin nubes, en humedad específica, con otro tipo de llantas, el mejor conductor del universo, pavimento especial y además teniendo el viento a favor y gasolina que se usa solamente en la NASA. El asunto de la empresa y la economía es igual: en teoría las cosas deberían funcionar de una forma pero en realidad, todo funciona de otra manera. Esto hace que los empresarios deban obtener su aprendizaje de otras fuentes más allá de la Economía.

Lo que le critica el economista al empresario es que éste basa, muchas veces, su conocimiento y gestión en casos de éxito (como lo es el tipo de enseñanza de Harvard, o a nivel nacional, el reconocido método del IPADE). El problema del estudio de casos de éxito es que no son completamente replicables y no son, casi nunca, capaces de darnos herramientas y modelos predictivos confiables; que una estrategia de Starbucks con la cual se gestiona la empresa de una u otra forma hacia el éxito no asegura que lo logre cualquier otra empresa. Evidentemente esta situación está prevista en la enseñanza a través de casos de estudio ya que lo que se pretende es aprender diferentes herramientas de gestión con las que otros empresarios o directivos resolvieron problemas así como aprender de los fracasos de otros para no verse en una situación igual.

Curiosamente, esta división entre lo real y lo teórico le sucede también al emprendedor. Esta es una de las razones por las que la tasa de mortalidad de empresas en México sea tan alta: el emprendedor genera un modelo de negocios, un producto o un servicio, desarrolla sus capacidades de liderazgo y todas las demás herramientas que le han indicado para poner su empresa y cuando se enfrenta al mundo real, se da cuenta que todo lo aprendido funciona a la perfección mientras se quede en el terreno de lo teórico. Se da cuenta que cuando llega a la realidad, todo es diferente: las proyecciones no se cumplen, los costos se incrementan, los contratos no se cumplen, las facturas no se pagan o muchas otras situaciones que hacen tan incierto esto de emprender.

Igualmente, no creo que exista un empresario serio que tome sus decisiones basándose puramente en su conocimiento práctico sino que ha estudiado lo que han hecho otros directores, ha aprendido de marketing, ha copiado herramientas de venta de vendedores profesionales, ha tomado cursos de liderazgo o por lo menos, tiene nociones básicas de oferta, demanda, atributos de valor y sabe, sin haberlo nunca vivido, que ciertas situaciones lo pueden llevar a la bancarrota. Es más, dudo que haya un empresario en México que no sepa la cotización del dólar dado que muchos de sus insumos o posibles facturas, serán en dicha moneda. Es decir, el empresario no vive lejos del economista y tiene nociones suficientes que sin la necesidad de la perfección teórica-matemática puede sacar su empresa adelante.

Por esto, la frase atribuida a Einstein aplica aquí perfectamente: “La práctica es cuando todo funciona y nadie sabe por qué”.

La desincronización que existe en la actualidad entre empresario y economista ocasiona entonces para el empresario una desconfianza en los modelos teóricos que sin embargo, le podrían beneficiar ampliamente en la profesionalización de su gestión; esto tendría la consecuencia de mover positivamente la economía del país, lo cual es exactamente lo que el economista busca. De manera similar, el economista olvida la parte práctica de la gestión empresarial como las dificultades que enfrenta, la incertidumbre con la que vive y la irracionalidad con la que muchas veces se gestiona, con lo cual contribuye a que sus modelos sean todavía menos reales.

Dudo mucho que la solución sea que más economistas pongan sus empresas para vivir en carne viva esta otra realidad o que los empresarios deban reinar en el mundo de la política para que gestionen como empresas las economías nacionales. No creo que exista una solución a este tipo de desincronización pero si hay que escoger bandos, me pongo del lado de los emprendedores que se juegan su patrimonio y a los que la respuesta, “en teoría, debería funcionar”, no les basta.

Quizá el momento en el que estamos es el mismo con lo que termina la frase de Einstein: “En este caso hemos combinado la teoría y la práctica: nada funciona y nadie sabe por qué.»

Artículo publicado en Entrepreneur.com y en World Economic Forum

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Escrito por Roberto Carvallo Escobar

Director de Terraética